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¡Javier Arquieta Castillo, a la reja!

El poder de la denuncia pública Vs. leyes inoperantes.
Por Richelieu
Richelieu
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Cuando un hombre abusa de la confianza de un hombre, no tiene madre.
Cuando lo hace contra una mujer, no tiene ni madre ni abuela.

Y cuando alguien abusa de quien ya fue víctima antes del mismo servicio por el que ahora es contratado, ese cabrón merece no sólo el escarnio de la opinión pública, sino también ser quemado para evitar que se joda a otros que en estos tiempos, todavía confían en sus semejantes.

En una cruzada personal que ha tenido más eco que el que se oye al gritar “MUGROSO” en el Gran Cañón del Colorado, inicié mi propia LISTA NEGRA de malos proveedores de productos y servicios.

En esta caben especímenes de todas las profesiones y van incluso los políticos y burócratas, pues son servidores y proveedores del ciudadano.

Mi primer artículo de esta serie se llamó: “Perro que come huevos (o torta), ni quemándole el hocico”.

El protagonista es un sujeto con antecedentes penales que responde al nombre de Gustavo Meléndez Mazlum, que se ostenta como arquitecto sin serlo y cuyos detalles pueden leerse en las siguientes ligas de dos de los muchos medios donde se publicó:

https://www.detona.com/articulo/perro-que-come-torta-aunque-le-quemen-el-hocico?fbclid=IwAR0aqZ6lMT8RG209bKYfJL4as2pdp9gu6__J-Q2iOJrdfjd5v0U8jKatyTE

¡JAVIER ARQUIETA CASTILLO, A LA REJA!
Javier Arquieta Castillo.

El que le sigue se llama Javier Arquieta Castillo, es ingeniero y fue contratado por la víctima del primero para remediar el desmadre que le provocó en la construcción de una casa. Pactaron un 10% de comisión a ser cobrado a destajo en mano de obra y costo de materiales.

Cierto, es 5% menos de lo que cobra el estándar de los buenos ingenieros, pero el tal Arquieta Castillo se desquitó cobrándole a su clienta el doble de lo que realmente les pagaba a los sufridos contratistas y a los peor de fregados albañiles.

Ambos, Gustavo y Javier, operan en el área metropolitana de Monterrey pero como el primero es de Tampico y el segundo está casado con una panameña, presumen alcances nacionales -el primero- e internacionales el segundo.   

Como las leyes mexicanas se mueven al paso de tortuga reumática, hacen gala de impunidad y se dan el lujo -como lo hizo el segundo- de decirle al marido de su clienta, cuando le reclamó su deshonesto proceder:

“Estoy tranquilo, cuando quieras y como quieras nos vemos”

Tal nivel tan chafo de bravata se dio, cuando la clienta descubrió que en todos los pagos que le hizo al tal Arquieta Castillo, estaba quedándose con la mitad. Así cualquiera cobra el 10% de comisión en vez del 15%, ¿verdad?

Sus incumplimientos lo hicieron llegar tarde a cuanta cita se armaba para revisar avances. No fue puntual ni para ir a recoger el dinero de las rayas semanales.

Un día el marido le reclamó que no se paraba en la obra y Arquieta Castillo le respondió: “no voy a venir cuando tú quieras”. Mundo bizarro éste, donde el proveedor le pone condiciones al cliente.

Para eternizarse en la obra y volverse indispensable, dio contra órdenes al personal de albañilería para dejar inconclusas las fases del proceso de construcción, de tal forma que la dueña tomó cartas en el asunto, se apersonó diariamente en la obra, contrató por su cuenta a otros proveedores y fue ahí donde salió a la luz el desmadre y los abusos de confianza de Arquieta Castillo.

A toda explicación pedida salía con un revoltijo de explicaciones p3nd3jas, que buscaban abusar de la falta de conocimiento de la clienta.

Cuando finalmente lo despidió -tras exigirle la devolución del dinero que le birló cobrando doble- Arquieta Castillo intentó llevarse a los contratistas encargados de la obra, para dejar sola a quien había confiado en él.

Arquieta Castillo no ha devuelto el dinero con el que malamente se quedó de los pagos a los contratistas y albañiles.

Cansado, el marido contrató una auditoría financiera y de obra a cargo de un contador y de un ingeniero estructuralista, que descubrieron un mar de irregularidades.

Además de estarle fincando responsabilidades penales, recurrieron a este medio para denunciar públicamente a Arquieta Castillo y alertar a otros para que eviten caer en sus garras.

Está bien que la cosa está dura debido a la pandemia, pero no se justifica para nada que vivales de esta calaña se aprovechen de la confianza de sus clientes.

Si el tipo éste no regresa el dinero que cobró a la mala a sus clientes, esperen la 2a parte de la historia.
Richelieu
Armand Jean du Plessis (París, 9 de septiembre de 1585 - ibídem, 4 de diciembre de 1642), cardenal-duque de Richelieu, duque de Fronsac y par de Francia, fue un cardenal, noble y estadista francés. Ordenado obispo en 1607, entró en política y fue nombrado secretario de Estado en 1616. Richelieu pronto alcanzó un gran poder en la Iglesia católica y en el Reino de Francia, hasta alcanzar la dignidad cardenalicia en 1622, y el cargo de primer ministro del rey Luis XIII en 1624. Permaneció en el cargo hasta su muerte en 1642, y fue sucedido por el también cardenal Julio Mazarino. Como primer ministro de Francia, consolidó la monarquía francesa luchando contra las diversas facciones internas. Para contrarrestar el poder de la nobleza, transformó Francia en un fuerte Estado centralizado. Su política exterior fundamental fue contrarrestar el poder de la dinastía austrohispánica de los Habsburgo, entonces reinante en España y en el Sacro Imperio Romano Germánico. Para ello, aun siendo un ministro católico, no dudó en aliarse con los protestantes para alcanzar dicho objetivo. Fue particularmente notoria su intervención en la guerra de los Treinta Años, que terminó con la Paz de Westfalia. Su apoyo a la expansión ultramarina le hizo fundar asentamientos en Nueva Francia, Guadalupe, Guayana, Martinica, Senegal, Madagascar y Reunión. Como egresado de la Universidad de París y provisor de la Sorbona, mandó la renovación y la ampliación de la institución. Richelieu fue también famoso por su mecenazgo del arte y por fundar la Académie française, la institución que cuida del francés. Es asimismo conocido por el sobrenombre de l'Éminence rouge ("La eminencia roja"), por las vestiduras rojas de los cardenales.