La otra discapacidad
Hace ya casi 35 años tuve un accidente cerebro-vascular que cambió la dirección y expectativas de mi vida y experimenté nuevas vivencias que cambiaron radicalmente la visión original del proyecto de vida.
Estuve en coma conectado a un respirador artificial, cuadripléjico (no podía mover ni mi boca), sin embargo, no podía quedarme pasivamente sin hacer nada y esperar que todo mejorará.
Sabía que me costaría mucho tiempo (tenía todo el tiempo) y mucho esfuerzo el recuperarme. Haría el esfuerzo 6 meses y evaluaría los resultados porque el premio lo valía, perseveraría en buscar mi tan añorada libertad, tanto física como económica (en eso me encuentro actualmente); también busco depender lo mínimo de alguien o de algo.

¿INVÁLIDO?
Aprendí a caminar en tres ocasiones, de bebé como todos, después de mi derrame y después del infarto; hoy hasta escalo montañas.
Aprendí a escribir e hice un libro (que no se vendió pero se hizo el intento).
Aprendí a respirar para poder hablar y he hablado en público, hago presentaciones de mi proyecto sobre CUIDADORES y hasta hice un PODCAST para El Grupo La Visión para el mercado hispano en Atlanta, EE.UU.

Reconozco que en un principio me daba pena porque no hablo bien, a veces ni yo me entiendo, sin embargo, me enseñaron que la persona valía por ser, no por tener y tuve ejemplos muy valiosos de mis familiares donde ellos hablaron con hechos, fueron congruentes; también no hablo bien pero ahora no considero que sea un limitante, se que me tomará más esfuerzo, lo reconozco, sin embargo, he hablado y quiero seguir hablando con hechos.
Mencioné lo anterior porque me da autoridad moral para respaldar lo escrito en este artículo.
Regresando al tema de este artículo.
Tenía pocos meses de mi derrame y un “amigo” me hizo unos comentarios muy negativos pero me ubicó en mi nueva realidad. En ese momento comprendí que tenía “de dos sopas”: de fideos y jodeos; sin embargo, la de fideos se había terminado, quería tener de nuevo mi libertad y aunado a ello, no quería ser una “carga” para mi familia y mis CUIDADORES:
Quería vivir como un ser libre, lo menos dependiente posible.
¿Cómo debo reaccionar ante ellos? ¿o me quiebro, me deprimo y acepto ser una carga y vergüenza para mi familia? ¿o los enfrentó con una actitud positiva y de reto?.
Decidí tomar la segunda alternativa: enfrentarme a los obstáculos.
Reconocí que serían muchos obstáculos en el trayecto a mi recuperación, pero el premio lo ameritaba y si así no lo hiciera, toda mi vida me lo estaría reclamando porque "el hubiera no existe”. Tendría que ser paciente y tenaz, no claudicar a pesar de enfrentar la adversidad, tener disciplina y perseverancia, además sería dar pasos pequeños, pero constantes, tendría que tener metas en el corto, mediano y largo plazo.
Después de ello recibí otra noticia devastadora: no volvería a caminar si no apoyaba mi cuerpo con aparatos ortopédicos y usaba bastón.
Repito, fue devastadora para mí porque todas las ilusiones que había construído, ahora se derrumbaban.
Fui afortunado. He tenido muchos y muy buenos médicos, como el Dr. Ricardo Rangel Guerra (QEPD) y su equipo de cirujanos, los Dres. Tijerina, José Horacio y José Humberto (QEPD).
Los doctores me salvaron la vida y también he tenido buenos CUIDADORES (profesionales y no profesionales), sobre todo mi ex-esposa Yolanda, familiares, amigos, vecinos pero quiero destacar al Lic. Arnoldo Téllez López.
Él me puso de pie de nuevo, me levanto y me dió ánimos para seguir luchando, le estoy profundamente agradecido y fue parte importante para mi medio ambiente favorable para mi recuperación.
Los mencionó en forma general porque no quiero omitir a ninguno de ellos.
Una anécdota que les quiero compartir y que ejemplifica mi punto en este artículo:
Hace 20 años, después de mi derrame en el cerebelo, fui a un rancho que tenía unas montañas muy bonitas y le comenté a un amigo (que tenía sobrepeso): “vamos a llevar a nuestros hijos a escalar a esa montaña” y me comentó: "llévalos tú",
En ese momento me sentí orgulloso de que una persona “normal” con todas las capacidades físicas “se me rajó”. Me tomó como un año y medio aprender a caminar sin ayuda de personas o aparatos de apoyo, sin embargo, en ese momento me sentí muy orgulloso.
