A la sombra del pequeño rey
Después de cuatro años de conocer a Andrés Manuel López Obrador como presidente, para prácticamente nadie es desconocido que el candidato en nada se parece el gobernante. Sin embargo, hay una coincidencia que sí resulta peligrosa en su compartimiento y que define su personalidad autócrata: Como sucedió en las dos elecciones federales que perdió, no reconoce una derrota, menos sus errores y si no gana, intenta arrebatar.

La reciente discusión de la reforma constitucional en materia electoral es uno de los ejemplos más evidentes.
Luego de la presión social ejercida para las bancadas opositoras, alguna sólo en ciertas ocasiones, y la exigencia de no vulnerar al Instituto Nacional Electoral (INE), la propuesta de Palacio Nacional fue rechazada. Entonces como fue anunciado en la conferencia matutina, López Obrador giró instrucciones al Congreso de la Unión de aprobar leyes secundarias para conseguir su propósito: regresar a las elecciones de Estado.
Las y los ciudadanos que salimos el 13 de noviembre a las calles en la Ciudad de México y también en más de 60 ciudades al interior del país, recibimos la respuesta de quien debería escuchar a todos sus gobernados, en lugar de enfrentarlos:
- Un desfile poco exitoso en su propósito, pues para lo invertido en tiempo, dinero público y publicidad desde todos los gobiernos emanados de MORENA, no resultó como esperaba.
- La violación a la Constitución que juró respetaría cuando tomó protesta, que en concreto se resume en: “En México sólo mando yo”.

Se presumió entonces, en diversos espacios controlados por el gobierno, de dónde salía la propuesta, se mostraron imágenes del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, “concentrado” en su oficina, “redactando” la iniciativa de ley que entre otras cosas se sabe, reforma 6 ordenamientos ya existentes, más de 450 artículos y una nueva ley.
Sin conocer a detalle el documento, incluso con artículos que se rechazaron en la propuesta de reforma a la constitución, las y los diputados de MORENA y sus aliados, aprobaron el dictamen, no sin antes ceder al chantaje y extorsión de los “purificados” miembros del PVEM y los siempre “fieles” integrantes del PT, que fueron quienes realmente retrasaron ligeramente la discusión.
Los parlamentarios que accedieron a sus curules con las reglas que ahora rechazan, viven a la sombre de quien habita Palacio Nacional, obedecen sin cuestionar lo que el pequeño Rey les ordena desde su lujosa vivienda que sangra las arcas públicas, porque el costo de mantener la vida poco “franciscana” del mandatario, es aún mayor del sueldo de los consejeros electorales, que no tiene nada que ver con el fondo de la reforma, pero que es el aparato propagandístico que repiten sin cesar los verdaderos judas de la democracia.
