Marcha ante la ineptitud criminal
Mañana no se marchará sobre las calles de las ciudades y pueblos de México.
Se caminará sobre y por los muertos, desaparecidos, heridos y enfermos de este régimen que está por iniciar su octavo año destruyendo al país, se marchará contra aquellos que, el gobierno abrazó y con los que, de facto o con acuerdos concretos, se asoció para dividirse el país.
Entre los elementos de ese reparto fueron los abrazos y protección para los criminales y los balazos y el luto para el pueblo, el primer piso de la transformación resultó sangriento y el segundo, con la actual detentora formal del Poder Ejecutivo, no podía ser diferente.
Solo ha iniciado un cambio de nomenclatura para maquillar las estadísticas: a algunos muertos se les clasifica como desaparecidos.
En la construcción del segundo piso de la presidenta (con a), la varilla son huesos y la mezcla, sangre con tejidos.
La maestra en esa obra de destrucción es la entenada del presidente que le mandó por un cuarto de siglo antes de ceñirse la banda y que ahora ejerce mando a distancia.
Al parecer nada complace más a Sheinbaum que proclamar su sumisión al tabasqueño, presumir que su proyecto no es más que una copia al carbón del sexenio anterior.
Trump ha forzado algunos cambios en materia de seguridad, pero poco más.
El gobierno logró hacerse del poder, pero perdió las calles, que estas la pertenecen a todos aquellos que se oponen al régimen lo muestra el muro metálico con el que Sheinbaum, como su predecesor, ha rodeado a Palacio Nacional.
Los porristas de la presidenta no se cansan de presumir una popularidad estratosférica, las soldadas planchas de metal son prueba de que esos números son tan fantasiosos como el supuesto desplome de la violencia.
Esa barda protectora es también prueba no solo de la lejanía, sino del miedo y el rencor.
Este último ha ido permeando en Sheinbaum, quien cada vez más muestra esa característica tan notable de su predecesor, le falta muy poco para ser tan rencorosa, intolerante y abusiva del poder como López Obrador.
La marcha que iniciará en unas horas ha sido un catalizador que la acerca más a ese odio por aquellos que se oponen a su gobierno. Ya no se trata de polarizar como estrategia política, sino de un genuino rencor a quien no le aplaude.
Mañana marcará un nuevo inicio opositor, uno que va más allá de los partidos políticos hoy tan rebasados y acotados, por meses muchos optaron por la resignación y la inacción.
Pero Sheinbaum es, en ese sentido, su peor enemiga.
Su indiferencia ante el dolor que provocan sus acciones (o falta de ellas) ha sido crecientemente visible, como su padre político, no le gusta gastar en medicinas, clínicas o escuelas, pero sí en trenes y en refinar chapopote.
Es igualmente incapaz de mostrar la mínima empatía ante el dolor ajeno, sobre todo el provocado por la violencia que es incapaz de controlar, a contrario, se toma la crítica como una afrenta personal.
Su odio quedó claro cuando ordenó investigar a quienes organizaron la marcha.
Es irrelevante si lo que une a los asistentes es la llamada “Generación Z” o el asesinato de Carlos Manzo, la explosión de la pipa, la falta de medicamentos o el circo de la Suprema Corte del Acordeón.
El pegamento es la ineptitud, muchas veces criminal, de un gobierno que sabe que su popularidad es rentada a golpe de pensiones y becas.
