Nos volvemos viejos
Angustia la falta de vigor. La batalla por levantar el ánimo. El saltar de nuestra altura. Rendirse si se encuclilla. Nuestra generación de excesos, no la anterior o la actual, luce los estragos de los años.
Vemos a James Hetfield de Metallica en el piso. Llora desconsolado.
Lo rodean sus compañeros de banda. Al micrófono dice ya no puedo. Sobre sus hombros, la empresa más redituable del rock. La marca registrada vencedora contra Napster.
También la depresión, la carga de trabajo y la angustia de generar ingresos. Mantener el estilo de vida, de consumo alto en satisfactores banales.
Hetfield ya no es tan rápido o preciso. El thrash metal lo exige. Su voz descascarada y ausente de feeling. Los pagantes merecen respeto. La institución del big four, el hijo escandaloso de los sonidos europeos.
En sus lágrimas están las de una generación.
De entretenimiento con letras contra la guerra, el falso espíritu del cristianismo estadunidense. La abulia de quienes son héroes anónimos y sin capacidad de vida soñada.
Metallica de James Hetfield se hunde en los años. En verso de las vanidades. Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Leduc lo reduce a su poema, del tiempo. Sabia virtud de conocer el tiempo.
Hetfield lo siente en sus hombros. El retiro está en puerta.
Arriba de los 60, la vida es pesada. Menos para Carlos Slim, quien la propone después de los 65. En el clima refrigerado y con chofer a la puerta. No desde la trinchera.