Porque se puede en el país de los Rochas
Describe los hechos con aflicción, también con una claridad notable.
Recuperar a su hijo Carlos Emilio Galván, 21 años, quien el 5 de octubre departía con sus primas en el bar Terraza Valentinos de la zona “segura” de Mazatlán.
Fue el baño y no regresó, lo sacaron, se lo llevaron, Dios sabrá, otro joven mexicano desaparecido.
Pero esta historia es particularmente sensible.
Un muchacho de Durango que viaja con su familia a Mazatlán a celebrar el final de sus estudios universitarios.
El dueño del establecimiento es secretario en el Gobierno de Rubén Rocha.
El personal del local, todo así lo indica, colaboró en la desaparición.
Diez días después nada sustantivo se informa a la madre, la familia; el Terraza Valentinos no entrega los videos.
Las cámaras de seguridad de la zona no funcionaron esa madrugada, estaban en mantenimiento.
El domicilio donde se ubicó la última llamada del celular de Carlos Emilio, a diez cuadras, no fue revisado por la autoridad que, eso sí, dice que está investigando.
Carajo, carajo.
El país donde esto ocurre y sigue ocurriendo porque puede ocurrir y seguir ocurriendo.
El país criminal, el de la impunidad.
El país de los Rochas.