Y tú ¿ya te vacunaste?

Ayer también llegó a mis manos un interesante artículo recientemente publicado en la revista Trends in Immunology que nos recuerda algo muy importante:
https://www.cell.com/trends/immunology/fulltext/S1471-4906(25)00267-4
Las infecciones no siempre terminan cuando desaparecen los síntomas o cuando ya no es posible identificar al patógeno en el organismo.
La ciencia ha documentado desde hace más de un siglo que un porcentaje de personas puede desarrollar síndromes post-agudos de infección con secuelas que duran meses o incluso años.
Entre los ejemplos que cita el artículo se encuentra la llamada “gripe rusa” de 1889, en la que miles de pacientes quedaron con agotamiento extremo y alteraciones neurológicas.

La pandemia de 1918 dio origen a la encefalitis letárgica, que afectó gravemente a niños y adultos.
El poliovirus provocó décadas después debilidad progresiva y fatiga crónica en muchos sobrevivientes.
El SARS original, el chikungunya, el Ébola y el virus de Epstein-Barr también dejaron un rastro de síntomas persistentes.
Incluso enfermedades transmitidas por garrapatas, como la infección por Borrelia burgdorferi -agente causal de la enfermedad de Lyme- han demostrado capacidad de generar secuelas prolongadas en algunas personas.
El artículo, elaborado por Christine M. Miller y coautores, describe cómo todas estas enfermedades comparten patrones clínicos que se repiten, como fatiga persistente, alteraciones neurológicas, dolores musculares, dificultades cognitivas y recuperaciones prolongadas.

