


Sin embargo, hasta ahora, la ciencia no ha logrado superar el escepticismo inherente con la humanidad y, crucialmente, a las estructuras de gobernanza.
Un ejemplo claro es el cambio climático: a pesar de los esfuerzos de científicos y negociadores, desde la firma del Protocolo de Kioto en los años 90, no hemos conseguido cumplir con los objetivos prioritarios. Este persistente desafío subraya una desconexión fundamental entre el conocimiento científico y la acción política global.
¿Ha fallado la ciencia? No, no es una falla de su filosofía.
La ciencia tiene sus propios ritmos, a menudo lentos, que se extienden y fragmentan a medida que el conocimiento se desdobla. Mientras tanto, los problemas que busca resolver avanzan a un ritmo mucho más rápido, superando nuestros esfuerzos por comprender todo lo inexplorado.





