
El periodo más largo de asilo en una embajada de México que yo conozco es de tres años y ocho meses, cuando logró salvar su vida el ex presidente argentino, Héctor Cámpora.
El ex mandatario peronista salió ileso de un atentado en su casa la noche del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y logró asilarse en la residencia de la embajada de México en Buenos Aires.
Tan largo periodo de asilo se debió a la negativa de la dictadura militar de conceder el salvoconducto, indispensable para trasladarse de la residencia al aeropuerto hasta que, gravemente enfermo de cáncer, por instrucciones del presidente José López Portillo, el secretario de la Defensa Nacional, Félix Galván López, realizó las gestiones por razones humanitarias ante sus contrapartes argentinas.
“Ya viene volando Cámpora”, escribió López Portillo el 26 de noviembre de 1979 en su autobiografía Mis tiempos.
“Los argentinos nos extendieron el salvoconducto. Sin duda es el resultado de la gestión del general Galván”.

Tal parece que este récord del largo asilo diplomático de Cámpora podría ser roto por el peculiar caso del ex vicepresidente de Ecuador, Jorge David Glas Espinel, quien condenado por dos casos de corrupción, se encontraba purgando las penas en su domicilio, cuando se “hospedó” en la embajada de México en Quito, mientras continúan otras investigaciones en curso, incluyendo el cohecho de Odebrecht.
Glas ingresó el domingo 17 de diciembre de 2023 a la embajada de México en Quito para manifestar su temor por su seguridad y libertad personal, pero no solicitó “asilo” sino “protección”, según el comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Este documento absurdo, seguramente elaborado por la Consultoría Jurídica, pretende solapar jurídicamente conveniencias políticas del gobierno mexicano.
Trata de acomodar el derecho internacional de asilo con la protección del gobierno mexicano a un político ecuatoriano, aunque sea corrupto.
