Siete Puntos

La danza de los millones

El problema, entonces, no reside en que los milmillonarios ganen mucho, sino en que cumplan con el fisco.
1.

Aaron Judge, beisbolista de los Yankees de New York, acaba de firmar un contrato de 360 millones de dólares por ocho años: 40 millones por temporada.

Aaron Rodgers, quarterback de Green Bay, no sabe si retirarse ya o no del futbol americano -tiene 39 años de edad-, pues su salario anual es de 50 millones de billetes verdes.

En el futbol soccer las cifras se asemejan: Cristiano Ronaldo fichó, después del pasado mundial, con el Al Nassar, de Arabia Saudita, por 200 millones de euros al año...

...y Lionel Messi percibe 114 mil euros… ¡diarios!

Haga cuentas.

2.

Se me dirá que así está la industria del espectáculo-deportes profesionales, que quienes desembolsan esos sueldos reciben a cambio todavía ganancias mayores -por el ingreso a los estadios, la venta de comestibles y bebidas en ellos y, sobre todo, de camisetas, los derechos de transmisión, etc.-, de suerte de que estamos ante un negocio redondo.

Pero esos deportistas “stars” pagan impuestos, y muchos, y en algunas ligas profesionales existe lo que se llama tope salarial, que obliga a los clubes a no excederse en determinada cantidad de egresos.

3.

Sin embargo, no todos los millonarios del mundo cumplen con sus obligaciones fiscales, o éstas son sumamente leves para ellos, y muy onerosas para las clases medias y pobres.

El reciente informe de Oxfam (El Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre), con motivo de la reunión en Davos, Suiza, y que lleva por nombre “La ley del más rico”, revela que, por ejemplo:

  • Elon Musk pagó, entre 2014 y 2018, un tipo impositivo real de alrededor del 3%
  • Aber Christine, vendedora de harina en Uganda, sufragó en impuestos el 40%
4.

Oxfam ofrece más datos duros y terribles:

Durante la pandemia, el 1% de la población más rica del mundo poseyó casi dos terceras partes de la riqueza generada en los últimos tres años.

La fortuna de los multimillonarios creció a un ritmo de dos mil 700 millones de dólares al día.

Si Carlos Slim, el empresario más austero, según el presidente de la república, y cuya fortuna creció en la pandemia un 42%, regresara el 5% de impuesto por su riqueza, se recaudarían 4,100 millones de dólares, lo suficiente para contratar a 250 mil docentes en México.

5.

El problema, entonces, no reside en que los milmillonarios ganen mucho, sino en que cumplan con el fisco.

A nadie nos gusta hacerlo, pero es un imperativo ético, y también vigilar su correcto uso.

Sin embargo, quienes más dinero tienen también poseen más recursos para evadir esa responsabilidad. El informe citado sostiene que, en México, el 86% de las deducciones en el impuesto sobre la renta para tratamientos médicos benefician al 10% más rico de la población. Lo dicho: quien tiene más saliva económica, traga más pinole de exenciones fiscales.

6.

En lo más álgido de la pandemia, el Papa Francisco escribió:

“De esta crisis podemos salir mejor o peor. Podemos retroceder o crear algo nuevo”.

Pues después de estos tres pandémicos años pareciera que hemos retrocedido, al hablar de solidaridad y atención a las terribles desigualdades sociales.

Pensadores del siglo XIX, acuñaron una frase que nos puede servir: “De cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad”.

Urge encontrar mecanismos -sociales, hacendarios- para lograr una mejor distribución de la riqueza, de los millones.

7.

Cierre icónico.

Hacia fines de los 80s, del siglo pasado, platiqué con él en un cafecito al aire libre, en el mero centro de Tlalpan, DF. Habíamos coincidido en la presentación de un libro, invitados por el autor, un amigo común. En ella comenté que sólo quien sabe leer, sabe escribir, y me dijo que tomaría esa idea para crear un texto.

Así fue: al poco tiempo publicó “Oficio de leer”.

Fumador empedernido -en dos horas de conversación finiquitó una cajetilla de cigarrillos-, fue minusvalorado. Ayer cumpliría 100 años de nacido.

Ricardo Garibay.

Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).