Los besamanos
Los subordinados sonríen a la lente de las cámaras. Valida el compromiso del viento a favor. La inasistencia es agravio.
En la doctrina de las generaciones corruptibles, los pares se idolatran. Merecen eso y mucho más. Profesionales de la lisonja. Del regalo exprofeso. Separar en la agenda el fingimiento de la sensatez.
Para tener derecho al picaporte, de no hacer sala o de favores en la necesidad. Así se tejen las redes de la complicidad.
No hay político con cetro sin besamanos. Soportar la humillación, besar el zapato de diseñador o el mismo polvo donde los pies transitan.
En ello duermen los príncipes. Al lanzar los vivas con la copa muy en alto. A la salud sexenal o del trienio. Abotonan las alforjas de sus castillos construidos bajo el barro o la arena de una playa sin fondo.
Son los vagabundos del mundo desordenado.
De las relaciones públicas. Queman sus alas y se despeñan contra el vacío.
Luego, volverán a alzar sus copas. Renovados corazones.