1.
Un amigo se puso a dieta para la boda de su hija, pero no siguió al pie de la letra las estrictas indicaciones de la nutrióloga: se dio muchos permisos para transgredir el protocolo asignado. Llegado el día del evento, y con más dudas que esperanzas, se subió a la báscula y corroboró que no sólo no había bajado de peso, sino que había aumentado.
Con dificultades sudorosas logró endosarse un smoking rentado para la ocasión, al tiempo que su esposa le decía: ¡felicidades, mi amor, te ves más delgado y guapísimo!

2.
¿Es invidente su señora? De manera alguna. Pero el amor y la delicadeza hace que muchas veces digamos mentiritas piadosas, exageraciones bondadosas o reducciones compasivas, con tal de elevar la autoestima o suavizar las penas de otra persona.
Una dama que ya ronda los 90 años de edad, y de seguro con problemas auditivos, me dice cada vez que asiste a una de mis misas: “usted canta como los ángeles”. Ella y yo sabemos que no es cierto, pero ambos esbozamos una sonrisa cómplice, celebrando la delicada quimera.
3.
La zalamería es otra cosa.
La RAE la define como una demostración de cariño exagerada, y a veces empalagosa, generalmente para conseguir algo. El pasado lunes, en La Mañanera, la gobernadora de Campeche nos dio una muestra de este fenómeno.

La modulación y las alegorías empleadas por la funcionaria se equiparan a las dispensadas por quien adora a un semidios cualquiera, convirtiendo al primer mandatario en un ser iluminado, místico.