Monterrey: golpe de agua
“No le llega el agua al tinaco”, solía escuchar a veces entre amigos en las reuniones cuando recordábamos a tal o cual amigo o conocido que no sólo había metido la pata en algo, sino que persistía en el error.
Es una frase amable cuando se usa entre cuates, pero lapidaria cuando se dirige a alguien más, por ejemplo, a un Gobernador de Nuevo León y su gabinete.

En cuestión de dos o tres semanas, el principal responsable de conducir los asuntos públicos nuevoleoneses por buen cauce, y de proveer lo necesario -que esté a su alcance y dentro de sus atribuciones- ha convertido a la Sultana del Norte en zona de desastre:
No hay suficiente abasto de agua para los hogares y la industria y, sobre todo, no sabemos a ciencia cierta cuál la razón de que las presas que abastecen agua a la metrópoli se hayan secado; me refiero a la causa profunda, ¿qué fue lo qué pasó?

A eso le llamo el golpe del agua: desde que asumió la titularidad del Poder Ejecutivo estatal en octubre pasado, Samuel García no había enfrentado un desafío de esta magnitud que lo puede llevara a naufragar -es un decir, porque no hay agua ni para eso- en la gestión estatal: la falta de agua le resta calidad de vida y competitividad a la Zona Metropolitana de Monterrey, le borra la faz de ciudad moderna y ultra urbanizada y nos regresa al estatus de lo que atinadamente la escritora Paz Flores llamó “La Ranchurbe”, allá por los años 90s: un pueblo con ilusiones de metrópoli.