El laberinto digital de la crítica, por qué el reduccionismo vulgar consagra el poder


La irrupción de las tecnologías de la información propulsó a la civilización hacia el imperio de la crítica, pero no como un noble instrumento del conocimiento útil para modelar futuros alternativos, sino como un mero pariente del escepticismo que, paradójicamente, busca nuevos dogmatismos, sobre todo en el ámbito de la política.
Este criticismo vulgar se ha convertido en la divisa de la era digital, donde la inmediatez y el algoritmo premian el reduccionismo y la estridencia. Ya no se trata de refutar argumentos o estudiar sistemas.
La crítica se limita a la descalificación personal o institucional a través del soundbite o la frase contundente viral.
Este ejercicio, desprovisto de rigor, crea un ambiente de falsa intelectualidad que, en la era de la posverdad, concede el carácter de supuestos censores a quienes ejercen la crítica sin un fondo de futuro real.
Solo tienen estandarte pero no misión para el futuro.





