El orden se convierte en poder



Las consecuencias no deseadas de una cooperación bilateral exitosa en materia de seguridad entre México y Estados Unidos podrían ser tan complejas como paradójicas.
El resultado del desmantelamiento de los grandes cárteles, los laboratorios de fentanilo, sus rutas y mercados será la fragmentación y atomización del crimen organizado.
Los delincuentes que sobrevivan al embate regresarían a lo que saben hacer: delinquir en modalidades más cercanas a la vida cotidiana de los ciudadanos.
Secuestro exprés, cobro de piso, robo de vehículos, asaltos a casa habitación y extorsión de negocios se convertirían en delitos más frecuentes y extendidos.
El problema es que las policías estatales y municipales mexicanas no cuentan con la capacidad, la preparación ni la coordinación para contener esa ola de violencia, lo que derivaría en una mayor percepción de inseguridad.
Por eso, el éxito en la cooperación bilateral no debe limitarse a golpear estructuras criminales transnacionales, sino que tendrá que acompañarse de una estrategia de seguridad integral y preventiva a nivel local, capaz de reforzar a las policías civiles y blindar a las comunidades frente a esta nueva generación de riesgos.





