Javier Treviño DETONA® “Los puntos de no retorno”, los cuales son instantes en que un gobierno, un partido o un movimiento cruzan una línea y ya no pueden regresar sin destruir la base de su propio poder.

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En la&nbsp;vida política&nbsp;de los países hay momentos que&nbsp;dividen la historia&nbsp;en un antes y un después.

Son decisiones,&nbsp;discursos&nbsp;o&nbsp;reformas&nbsp;que parecen normales—hasta inevitables—pero marcan un&nbsp;cambio de rumbo&nbsp;irreversible.

Los instantes en que un gobierno, un partido o un movimiento&nbsp;cruzan una línea invisible&nbsp;—legal, moral o institucional— y ya&nbsp;no pueden regresar&nbsp;sin destruir la base de su propio poder son “los puntos de no retorno”.

La acumulación de&nbsp;decisiones pasadas&nbsp;produce una dinámica que ya no admite marcha atrás.

<h6 class="subtitle underlined">No es solo una crisis ni un error táctico.</h6>

Es el punto en que las&nbsp;instituciones, las&nbsp;alianzas&nbsp;y la narrativa que sostenían a un proyecto&nbsp;dejan de sostenerse entre sí.

Desde ahí, cada paso se convierte en justificación del anterior; toda rectificación parece traición; y el poder, que alguna vez fue instrumento, se vuelve un fin en sí mismo.

Lo paradójico es que casi nunca se reconoce en el momento.

Los protagonistas creen&nbsp;actuar por racionalidad&nbsp;o&nbsp;urgencia, y solo después comprendemos que ese día se selló el destino. Como recordaba&nbsp;E. H. Carr, la&nbsp;historia&nbsp;es, en buena medida, “el&nbsp;estudio de las causas&nbsp;de los&nbsp;puntos de inflexión”.

La&nbsp;ciencia política&nbsp;ha estudiado estos quiebres bajo la noción de “coyuntura crítica”.

Siguiendo a&nbsp;Giovanni Capoccia&nbsp;y&nbsp;R. Daniel Kelemen, se trata de periodos breves de fluidez institucional en los que las&nbsp;restricciones estructurales&nbsp;se&nbsp;relajan, el margen de acción de los actores aumenta y sus decisiones abren&nbsp;trayectorias auto-reforzantes&nbsp;difíciles de revertir.

En ese marco, “el punto de no retorno” puede entenderse como el instante dentro de la coyuntura en que las&nbsp;decisiones&nbsp;adoptadas&nbsp;bloquean&nbsp;de facto la&nbsp;reversión: incluso si los actores quisieran desandar el camino, hacerlo implicaría&nbsp;costos políticos,&nbsp;sociales&nbsp;o&nbsp;económicos&nbsp;prohibitivos.

Para volver al estado anterior no bastaría con modificar una ley o reemplazar a un ministro; habría que&nbsp;rearmar pactos, reglas informales y confianzas que el propio proceso erosionó.

<h5 class="subtitle handdrawn">Lo que anuncia el umbral: señales tempranas</h5>

Los “puntos de no retorno” rara vez son un&nbsp;relámpago aislado. Suelen anunciarse. Entre las&nbsp;señales&nbsp;más recurrentes de&nbsp;ejemplos históricos&nbsp;en diversos países destacan:

<ol>
	<li>Erosión de contrapesos: intentos de&nbsp;someter al poder judicial, neutralizar organismos autónomos o colonizar&nbsp;instituciones de control.</li>
	<li>Devaluación de normas informales: pérdida de tolerancia mutua, desaparición de la contención institucional, normalización del “todo se vale”.</li>
	<li>Reescritura de reglas del juego: cambios&nbsp;ad hoc&nbsp;en leyes electorales,&nbsp;reformas constitucionales&nbsp;con nombre y apellido,&nbsp;manipulación&nbsp;del acceso a&nbsp;medios.</li>
	<li>Retórica de excepción permanente: invocación continua de&nbsp;amenazas existenciales&nbsp;que justifican medidas extraordinarias como&nbsp;regla.</li>
	<li>Persecución de la crítica: uso del aparato estatal para&nbsp;amedrentar&nbsp;opositores, periodistas, jueces, académicos o sociedad civil.</li>
</ol>

Cada señal por sí sola puede parecer gestionable. Juntas, componen el mapa de aproximación al umbral.

<h5 class="subtitle handdrawn">El mecanismo del no retorno: carisma, instituciones y miedo</h5>

Bajo&nbsp;historias nacionales distintas&nbsp;reaparecen tres&nbsp;engranes comunes:

<ol>
	<li>Carisma.&nbsp;Max Weber&nbsp;lo definió como “autoridad que no necesita justificación más allá de sí misma”. Cuando un&nbsp;liderazgo&nbsp;logra encarnar el “destino nacional”, las&nbsp;instituciones&nbsp;se vuelven&nbsp;decorativas. El&nbsp;carisma&nbsp;sustituye la deliberación por la identificación afectiva y reduce los costos políticos de cruzar límites.</li>
	<li>Debilidad institucional. Las constituciones no se sostienen solo en el papel: requieren hábitos, creencias y lealtades a reglas compartidas. Los&nbsp;frenos y contrapesos&nbsp;funcionan si los actores creen en ellos. Si la política comienza a tratarlos como obstáculos, se&nbsp;degradan rápidamente.</li>
	<li>Miedo colectivo. Ningún régimen se vuelve irreversible sin un&nbsp;miedo movilizador: al enemigo interno, al caos, al&nbsp;colapso económico o moral. Ese miedo legitima la concentración de poder y sospecha de la&nbsp;prudencia; convierte la moderación en tibieza y el disenso en&nbsp;traición.</li>
</ol>

El punto de no retorno rara vez es una&nbsp;orden desde arriba: es una&nbsp;decisión colectiva&nbsp;en la que convergen el&nbsp;abuso del poder&nbsp;y la&nbsp;tolerancia social&nbsp;a ese abuso. Cuando el miedo supera a la&nbsp;esperanza, la democracia pierde su sentido.

<h5 class="subtitle handdrawn">Factores internos que empujan el cruce</h5>

<ol>
	<li>Movimientos de ruptura:&nbsp;sabotaje&nbsp;del juego electoral, boicots, insurrección o&nbsp;adopción&nbsp;abierta de&nbsp;tácticas violentas.</li>
	<li>Concentración de poder: reformas que disuelven contrapesos,&nbsp;subordinan tribunales&nbsp;y transforman a reguladores en satélites del Ejecutivo.</li>
	<li>Cultura radicalizada: facciones que&nbsp;miden la lealtad&nbsp;por la disposición a&nbsp;aplaudir extremos; disidencia equiparada con&nbsp;deslealtad.</li>
	<li>Escalada de legitimación: para sostener la mística, cada&nbsp;gesto radical&nbsp;exige otro mayor; reconocer errores se vuelve&nbsp;anatema.</li>
</ol>

<h5 class="subtitle handdrawn">Factores externos al régimen</h5>

<ol>
	<li>Crisis agudas&nbsp;(económicas, sanitarias, de seguridad) que, si se gobiernan con la lógica de&nbsp;emergencia perpetua, normalizan lo excepcional.</li>
	<li>Presiones internacionales&nbsp;que, mal procesadas, activan el reflejo nacionalista.</li>
	<li>Polarización social&nbsp;que elimina zonas grises: si la mitad del país es “enemiga”, la excepción parece gobernabilidad.</li>
	<li>Desgaste del modelo: crecimiento ínfimo, desigualdad persistente,&nbsp;corrupción&nbsp;extendida; con el edificio resquebrajado, cualquier empujón lo derriba.</li>
</ol>

<h5 class="subtitle handdrawn">Lo que ocurre después</h5>

Al otro lado del umbral se activa un circuito de&nbsp;retroalimentación&nbsp;que encarece cada día la marcha atrás:

<ol>
	<li>Bloqueo institucional: nombramientos vitalicios, mayorías legislativas disciplinadas, redes clientelares; los incentivos de&nbsp;insiders&nbsp;bloquean reformas.</li>
	<li>Escalada simbólica: toda concesión “debilita”; el lenguaje se militariza; el adversario se vuelve “usurpador”, “traidor”, “agente externo”.</li>
	<li>Cierre del espacio civil: leyes restrictivas, censura, vigilancia y judicialización del disenso; el miedo como arquitectura de la&nbsp;conversación pública.</li>
	<li>Desgaste moral: el&nbsp;autoengaño&nbsp;se vuelve&nbsp;método; la&nbsp;propaganda&nbsp;desplaza a los hechos; la ciudadanía cede terreno por cansancio o cinismo.</li>
</ol>

El estadista británico&nbsp;Harold Macmillan&nbsp;lo formuló con sobriedad: “Los&nbsp;gobiernos&nbsp;no&nbsp;se derrumban&nbsp;por una decisión, sino por una&nbsp;cadena de autoengaños”. Esa cadena, hecha de pequeñas renuncias, es el verdadero mecanismo del no retorno.

<h5 class="subtitle handdrawn">Los costos de lo irreversible</h5>

<ol>
	<li>Políticos: se evapora el centro. Todo se convierte en&nbsp;lealtad o traición; la&nbsp;alternancia&nbsp;se percibe como&nbsp;amenaza existencial&nbsp;y no como rotación normal.</li>
	<li>Institucionales:&nbsp;contrapesos&nbsp;y&nbsp;normas no escritas&nbsp;tardan décadas en&nbsp;reconstruirse; la ingeniería constitucional no basta sin cultura de legalidad.</li>
	<li>Económicos: la incertidumbre jurídica disuade&nbsp;inversión, encarece crédito y fomenta informalidad; el&nbsp;riesgo soberano&nbsp;se vuelve&nbsp;política de Estado.</li>
	<li>Sociales: la&nbsp;polarización&nbsp;fragmenta familias y comunidades; la conversación pública se llena de sospecha.</li>
	<li>Culturales y morales: se&nbsp;normaliza la mentira&nbsp;útil; la reputación vale menos que la obediencia; el&nbsp;ideal cívico&nbsp;se achica.&nbsp;</li>
</ol>

Octavio Paz&nbsp;advirtió la dinámica lenta y corrosiva: “La&nbsp;libertad&nbsp;no muere en un golpe de Estado;&nbsp;muere&nbsp;lentamente en la&nbsp;indiferencia”.

<h5 class="subtitle handdrawn">El arte de la reversibilidad: cómo no cruzar el umbral (o cómo regresar)</h5>

La&nbsp;grandeza de la democracia&nbsp;no está en evitar toda crisis, sino en poder&nbsp;corregir errores&nbsp;sin derramar sangre. Para preservar esa reversibilidad,&nbsp;tres defensas&nbsp;son cruciales:

<ol>
	<li>Instituciones autónomas. El&nbsp;poder judicial independiente&nbsp;es la última frontera antes de la irreversibilidad. Cuando el&nbsp;juez teme al gobernante, el&nbsp;ciudadano pierde&nbsp;su defensa. Lo mismo vale para órganos reguladores, medios libres y universidades: son el sistema inmunológico del pluralismo.</li>
	<li>Cultura cívica. La&nbsp;educación&nbsp;debe enseñar que disentir no es destruir y que el adversario no es un enemigo al que extirpar, sino un&nbsp;rival&nbsp;con quien&nbsp;pactar reglas&nbsp;compartidas. La&nbsp;democracia&nbsp;vive de normas informales: tolerancia, contención, autocontrol en la victoria y reconocimiento en la derrota.</li>
	<li>Liderazgo prudente.&nbsp;Max Weber&nbsp;distinguió la ética de la convicción de la ética de la responsabilidad, propia del político que mira consecuencias. Gobernar con prudencia es entender que no toda&nbsp;victoria&nbsp;merece ser ganada, ni toda batalla debe librarse.&nbsp;Raymond Aron&nbsp;lo resumió en clave realista: gobernar es “elegir entre lo desastroso y lo preferible”.</li>
</ol>

<h5 class="subtitle handdrawn">Si el umbral ya fue cruzado</h5>

La salida no suele ser nostálgica (“volver a como estábamos”), sino&nbsp;transicional:

<ol>
	<li>Pactos de reconstrucción&nbsp;que fijen reglas mínimas y calendarios de reforma.</li>
	<li>Comisiones de verdad&nbsp;y&nbsp;procesos de justicia&nbsp;proporcionales que reconcilien sin humillar ni amnistiar lo imperdonable.</li>
	<li>Reformas gradualistas: cerrar primero las válvulas críticas (captura judicial, arbitrariedad regulatoria), antes de&nbsp;rediseñar&nbsp;el edificio completo.</li>
	<li>La clave es&nbsp;bajar los costos&nbsp;de la&nbsp;reversión&nbsp;para quienes temen perderlo todo si moderan: garantías, salidas honrosas y reformas escalonadas pueden desactivar la lógica del “todo o nada”.</li>
</ol>

Charles de Gaulle&nbsp;lo dijo sin grandilocuencia: “El poder no consiste en avanzar siempre, sino en saber cuándo detenerse”.

<h5 class="handdrawn subtitle">La política como custodia de la reversibilidad</h5>

El&nbsp;punto de no retorno&nbsp;es el&nbsp;espejo moral&nbsp;de la&nbsp;política contemporánea.

Ningún país es inmune; ninguna sociedad puede darse el lujo de ignorarlo.

Los&nbsp;regímenes más poderosos&nbsp;han colapsado cuando dejaron de reconocer sus límites, la lección es simple y difícil: la&nbsp;fuerza de un Estado&nbsp;no se mide por su capacidad de avanzar, sino por su&nbsp;disposición a corregir&nbsp;sin destruir.

La&nbsp;democracia&nbsp;es la única&nbsp;invención&nbsp;que&nbsp;convierte el error en aprendizaje&nbsp;colectivo. Preservarla es defender la&nbsp;reversibilidad: que una sociedad pueda retroceder un paso para no perder el camino.&nbsp;

<h6 class="subtitle underlined">Porque el poder que no puede rectificar termina por&nbsp;devorarse a sí mismo; y cuando eso sucede —como tantas veces— ya se ha cruzado el punto de no retorno.</h6>

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Nobel de la Paz a María Corina Machado deja mal parado al gobierno mexicano

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Plácido DETONA® Ricardo Salinas Pliego dice: “Yo no apoyo a la rata miserable de Fernández Noroña”.

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Plácido DETONA® Gobernador de NL da atole de naranja con el dedo, en un evento que gira alrededor del moribundo Tratado Comercial de México con EEUU y Canadá.


Promueve Samuel García a empresa fantasma, en el North Capital Forum

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Héctor Aguilar Camín DETONA® Cuentan que un general secretario del presidente Lázaro Cárdenas, hombre muy cercano a él, y con mucho acceso, hacía muinas de más con la lectura de un periódico de la época.

Ciro Gómez Leyva DETONA® Dijo hace no mucho el cineasta Paolo Sorrentino una frase que he plagiado con fervor: paradójicamente, a medida que envejezco, empiezo a mirar más al futuro que al pasado.

Plácido DETONA® este clamor generalizado dentro y fuera de México, por la crueldad animal que ocurre en una de las sub sedes del Mundial FIFA 2026.

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Opinión

El punto de no retorno

Ciro Gómez Leyva DETONA® No era muy comprometedor obsequiar una frase tipo “qué bueno por ella, ella está en lo suyo, no tengo más que decir”, acompañada quizá de un sencillo, femenino, “felicidades”. 

Lecturas del día:

<h5 class="handdrawn subtitle">Pero la presidenta Sheinbaum optó de nuevo por una hostilidad mal envuelta en una supuesta indiferencia.</h5>

No era tarea difícil para sus asesores informarle que la mayoría de los espacios internacionales razonablemente democráticos estaban recibiendo de buen grado, si no es que con entusiasmo, la noticia del Premio Nobel de la Paz a la venezolana María Corina Machado.

Cuesta comprender esa dureza enfundada en el gastado discurso de la no injerencia y la autodeterminación de los pueblos, desfigurado ayer en un gélido “sin comentarios”.

Nada quiso regalar.&nbsp;

Creo que pocas veces la Presidenta ha sido más avara, menos empática, actuado con menos sororidad.

No es una cuestión ideológica.

Era un guiño a una mujer y su sociedad que enfrentan a una tiranía, y lo hacen en paz. Imposible, pues, no retrotraer lo que María Corina me dijo apenas el 9 de mayo:

“Hay momentos en la vida donde no hay espacio para la indiferencia. Aquí hay niños que han sido torturados, mujeres desaparecidas. No entiendo ese silencio, porque al final ese silencio termina avalando a quienes cometen crímenes”.

<h6 class="subtitle underlined">Un silencio que el viernes del Nobel de la Paz fue muy ruidoso. Muy hostil.</h6>

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Entre lujo y fe, su reinado parece un equilibrio imposible entre el Edén y la jaula.

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