La viuda, el sombrero y solo 17 Años
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Sobre el mosaico colonial, la sangre esparcida no era un tinte ceremonial, sino la firma brutal de la violencia que desgarra la tierra del aguacate, el cuerpo, tendido y roto, ya no era el del alcalde Carlos Manzo, el de la promesa de "mano dura", sino el del padre arrebatado.
"Los casquillos de las balas, tirados, en la plaza."
Junto al silencio ensordecedor de los disparos, el otro cuerpo, el del agresor, un joven de solo 17 años, abatido.
Un sicario imberbe, efímero y trágico, quizá tan solo un alma drogada, desechada por el sistema que lo parió, la vida joven, consumida y, la falta de horizontes.
Dos muertes bajo la misma luna de noviembre.
El grito de la viuda, la Sra. Quiroz, rompe el decoro de la plaza pública, no hay investidura ni títulos, solo el dolor animal de la pérdida.
Se tira al suelo para abrazar un cadáver, un cuerpo ya frío que lleva consigo el peso de las amenazas no escuchadas y el costo de su "tolerancia cero", el sombrero, insignia de la autoridad, ha rodado.
Unas gotas de sangre son su corona.






