A los padres de Isabel y Mariel, y a todas las niñas de NL
Nace la hermosa Isabel entre el Día del Abogado, es decir, el Día del Derecho, y el Día de la Toma de la Bastilla, que simboliza el inicio tanto de la Revolución Francesa (14 de julio de 1789), como de los valores de libertad, igualdad y fraternidad.
Para celebrar estos tres valores, casi nunca cumplidos en la vida real, el cónsul general de Francia en Monterrey, Guillaume Pierre, nos invitó a una celebración memorable en los jardines de la Alianza Francesa de Monterrey.
En esa ceremonia le dijimos adiós también al amigo Guillaume Pierre, quien concluye su misión en tierras norestenses y parte como embajador a un país centroamericano cuyo nombre, por razones de discreción diplomática, no pudo revelarnos.
Dice el padre de Mariel e Isabel:
“Mi corazón y mis decisiones estarán aún más puestas en ellas, en construir un estado donde las niñas crezcan libres, respetadas, tratadas con igualdad y rodeadas de oportunidades para soñar en grande.
Hoy más que nunca sé que gobernar también es amar”.
Nacerá también pronto la hija de mi querida prima Deniss González, abogada excepcional e intachable.
Su hija nacerá en la entidad federativa que más se ha trabajado en estos últimos años por la infancia. El DIF estatal se ha reformado de manera admirable; Capullos sigue renaciendo como en ninguna otra región de México.
Y es cierto que aún falta mucho por hacer.
Estas niñas hermosas no llegan a la vida en el mejor de los mundos posibles, vivimos días difíciles y complejos.
Pero, mientras no perdamos la brújula moral, el mundo que dejaremos a las próximas generaciones podrá salvarse.
¿Y cuál es esa brújula moral? La explico con una breve anécdota.
Mi escritor preferido, G.K. Chesterton, cuenta que, en la época victoriana a las autoridades inglesas se les ocurrió la ridícula idea de combatir las plagas rapando a todas las niñas de Londres.
Mientras se enteraba de la horrible injusticia —ver peloncitas en unos cuantos días a todas las menores londinenses—, a Chesterton le llamó la atención una niñita con la cabellera pelirroja paseando por la calle con su mamá, y el escritor estalló en cólera.
Publicó un artículo de prensa que terminaba así:
“Su madre puede ordenarle a esta pequeña pelirroja que se recoja el cabello, porque es la autoridad natural, pero ni el emperador del Planeta le ordenará cortárselo.
Pues esa niña es la imagen sagrada de la humanidad, que todo alrededor de ella, que la autoridad entera tiemble y caiga, y que las columnas de la sociedad se sacudan y las cúpulas de los siglos se vengan abajo, pero a esa niña no se le tocará ni uno solo de sus cabellos”.
Felicidades a los padres de estas hermosas niñas.