¡Paren el mundo que me quiero bajar... en Latinoamérica!


Tres niños sentados en una banca, como si hubieran escapado de una viñeta.
Manolito, Susanita y, en medio de ellos, la inolvidable niña que me acompañó en la infancia: Mafalda.
La noche no era amable; un frío de siete grados, sin embargo, ahí estaban, como desafiando al tiempo y al clima, con esa inocencia eterna que no conoce de calendarios ni de estaciones.
Caminaba junto a Paco, un niño de casi cincuenta años que solo quería escuchar tangos en San Telmo.
Fue Sergio, el otro infante —con apenas cuarenta años acumulados sobre los hombros—, quien descubrió la escena.
Y yo, que llevo dentro a un niño que olvida su edad, pensé en aquella frase de Mafalda: “La edad solo importa si eres queso o vino.”
Habían pasado más de veinte años desde mi primera visita a Buenos Aires.
Y cómo no recordar a Gardel cuando canta: “Volver… que es un soplo la vida / que veinte años no es nada…”
Aunque confieso que veinte años sí pesan y pasan cosas: en ellos caben cambios, nostalgias y gobiernos.
En aquel entonces gobernaba un peronista, Néstor Kirchner; hoy, Javier Milei, un presidente de extrema derecha ocupa la Casa Rosada.
Y justo en esos días, otra vez las urnas argentinas dieron su giro inesperado: la eterna danza política de este país apasionado.







