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11 de septiembre, 20 años después

Este artículo es sobre el suceso que cambió las reglas del juego mundial contra el terrorismo. Fue director general de Análisis y de Información en la Presidencia de la República con Vicente Fox.
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La mañana del martes 11 de septiembre de 2001 la recuerdo bien.

La televisión con la Torre Norte del WTC en Nueva York envuelta en humo y fuego.

Un hoyo provocado por un avión que ahí se había estrellado. ¡Qué extraño! ¿Cómo es que volaba tan bajo? ¿Por qué no evitó el impacto contra ese rascacielos?

¿Cómo harían los bomberos para rescatar a la gente y apagar el incendio?

Pocos minutos después se comunicaba conmigo Andrés, el director de monitoreo de la Presidencia, asegurándose de que estuviera informado pues la imagen en la sala llena de televisiones (con la señal de diferentes emisoras nacionales e internacionales) ya era la misma.

Entre mis responsabilidades en Los Pinos estaba la de mantener oportunamente informado al Presidente sobre los acontecimientos noticiosos más relevantes.

Frenéticamente me leía las primeras líneas de los cables de agencias de noticias; AP, AFP, Reuters, EFE.

Entonces el internet era todavía incipiente. No existían las redes sociales, ni la inmediatez con que hoy nos enteramos de las noticias.

De pronto como en cámara lenta…. otro avión apareció en la pantalla y se estrelló contra la Torre Sur del WTC.

De inmediato colgué esa llamada. Tenía claro que lo que vimos millones, en vivo, había sido deliberado. De inmediato tomé el Nextel y me comuniqué con el Jefe de Ayudantes del Presidente Vicente Fox.

— ¿Qué pasó Beto?
— Acaba de ocurrir un atentado contra el WTC —traté de explicarle.
— Voy en camino con el Presidente. No nos han dicho, a ver déjame preguntar.

Enseguida él -por reflejo conversamos después- se comunicó con la avanzada del Estado Mayor Presidencial, mientras yo esperaba en la otra bocina tratando de completar la información.

— Negativo. Me dicen que nada ha pasado ahí. Le escuché responderme.
— No fue ahí, fue en Nueva Yorky está transmitiéndose en varios canales de televisión. Se ve muy grave.

En instantes le informamos del atentado terrorista más devastador de la historia, al Presidente de México, que por casualidad a esa hora se dirigía hacia un evento público en el WTC pero de la Cd. de México.

Nos ordenó mantenerlo informado con todo detalle y que lo comunicaran con Adolfo Aguilar Zínser, Consejero de Seguridad Nacional, y con Jorge Castañeda, Secretario de Relaciones Exteriores.

Apenas pocos días antes habíamos estado en Visita de Estado en Washington D.C.

El miércoles 5 de septiembre: los honores con desfile militar en el Jardín Sur de La Casa Blanca.

Por la noche la cena de gala donde sirvieron pozole de cangrejo con chorizo, helado de mango, vino espumoso de California y tequila.

Una charla casual con el famoso Clint Eastwood. El discurso del Presidente norteamericano:

“Los Estados Unidos no tienen una relación más importante en el mundo que nuestra relación con México… nos
impulsan hacia adelante esperanzas comunes.”

Y la culminación con lucidos fuegos artificiales iluminando el cielo de la capital estadounidense.

Al día siguiente el anfitrión viajó con su invitado el Presidente de México a acompañarlo a una gira en Ohio, viajando a borde del “Marine One” y el “Air Force One”.

Cumplía así el compromiso hecho meses atrás tras su visita a Guanajuato.

La relación bilateral atravesaba amigables y muy alentadores momentos pero pronto quedó claro que los deliberados actos de maldad desplazarían la importancia conseguida para nuestro país en la agenda de los amigos, socios y vecinos. No ha sido posible recuperar ese espacio.

Ese día atestiguamos la obscuridad y él odio, también la luz de la heroicidad.

Entre las 3 mil víctimas fatales, de más de 90 nacionalidades, fallecieron cuando menos 16 mexicanos. Cinco reconocidos oficialmente y cuyas familias fueron compensadas por el gobierno de EUA.

Y otros 11 reconocidos plenamente por el Consulado de México en Nueva York.

Las secuelas han seguido cobrando la vida a cientos más de “sobrevivientes”.

Para mí quedó para siempre la sensación de haber estado en el mismo aeropuerto Dulles del cual con unas horas de diferencia emprendieron su abominable misión los terroristas que secuestraron el vuelo 175 que impacto contra la Torre Sur del WTC (la primera en derrumbarse).

Yo despegué de ahí la tarde del 10 de septiembre en el último vuelo que durante semanas cumplió el itinerario entre el aeropuerto de Washington y el Distrito Federal en México.

El mundo cambió desde entonces. Nos piden no tener miedo. Pero el mundo es hogar del ser humano, cuya naturaleza decía un querido amigo, es capaz de las mas nobles acciones y las mas abominables atrocidades.

Hoy el mundo temo es quizá más violento, la gente está aún más enojada y muchos padecen de mayor resentimiento.

Ojalá me equivoque y seamos más los que procuremos construir y sentir compasión inclusive por quien piensa diferente. Vivir sin lastimar a los demás.
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