Aldo y los bandidos del norte
Acostumbrado a hablar de manera educada. Sus finos modales no caben dentro de la esencia ruda del norestense. Aldo Fasci es abogado de carácter indescifrable. Vocero y policía social.
Sus patrones, los ex gobernadores, lo han mantenido en el cargo.
Debe ser por la cantidad de información en su poder.
Por la red de infiltrados y de criminales trabajando como madrinas, para ambo lados, de la ley y de los grupos organizados.
Fasci es voluntarioso al momento de enfrentar a los micrófonos de los reporteros de la fuente.
Pasa por alto el intercambio de balas y de batallas en las zonas rurales y metropolitanas de Nuevo León.
Advierte, con la imposición de un adivino, el recrudecimiento de la violencia. La famosa abuelita del Editor en Jefe de DETONA diría que a esos les decían en el pueblo del que fue alcaldesa -Perros Bravos, NL- oraculeros, por aquello del Oráculo de Delfos.
Pero Aldo no explica, jamás lo ha hecho, las estrategias de seguridad, para evitar y controlar a quienes habitan fuera del imperio de la ley.
Aldo nos vende los espejitos de figura necesaria en la burocracia.
Asume la supervivencia en la poda del siguiente sexenio.
En el de Samuel García hay tantas preguntas y muy pocas resolutivas.
Sostener a Aldo Fasci no es una de las mejores cartas de presentación para el gobernador electo. Deberá pasar todas las pruebas de confianza de la federación. Allá donde lo conocen perfectamente como advenedizo y rufián.
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