SietePuntos

Infierno

El fuego de nuestro infierno terrenal está a la vuelta de la esquina. Van tres reflexiones al respecto.
1.

Conozco personas versadas en teología que ya no creen en el infierno.

Conforme se han ido alejando de la ancestral pastoral del castigo que utilizó durante siglos la Iglesia Católica -“si te portas mal te irás al más profundo de los avernos”-, y han optado por un Dios mucho más misericordioso que justiciero, la idea de pasar toda una eternidad acechada por los puntiagudos tridentes de los demonios está ya fuera de lugar.

Sostienen que ni siquiera el más aberrante de los asesinos merecería esa punición por parte de un Dios bondadoso y clemente.
2.

Si a ello agregamos que un personaje a quien no se le puede considerar “de avanzada o liberal”, como Juan Pablo II, dijo: “el infierno está aquí en la tierra”.

La expresión, además de rechazar un lugar físico de imperecederos tormentos, se refiere a nuestra cercanía o no con Dios y, por lo tanto, con los demás.

Los Papas posteriores, Benedicto XVI y Francisco, han insistido en esta idea de infierno como separación consciente, voluntaria y definitiva -si es que puede existir- de Dios. No hay, entonces, un lugar ardiente en donde nos quemaremos por toda la eternidad.

3.

Pues bien.

Más allá de estas disquisiciones teológicas, la reciente sequía nos ha puesto en una situación infernal, en la que a la falta de agua y a las elevadas temperaturas no propias de la primavera, tenemos que agregar los crecientes incendios no sólo en las sierras que nos rodean, y que no nos son extraños, sino en el lecho del Río Santa Catarina y en terrenos adyacentes a colonias residenciales, a avenidas de gran tráfico vehicular.

El fuego de nuestro infierno terrenal está a la vuelta de la esquina.

Van tres reflexiones al respecto.

4.

En primer lugar, y para los enemigos del cambio climático, sería conveniente que revisaran su negativa a un hecho que está resultando contundente: las emisiones de gases de efecto invernadero cubren la Tierra y retienen el calor del sol, lo que conduce al calentamiento global.

Basta revisar cualquier tabla de temperatura para aceptar que el mundo se está calentando con más rapidez que en ninguna otra época de la historia. Desde finales del Siglo XIX la temperatura planetaria se ha incrementado en 1,2 grados centígrados.

Al paso que vamos…

5.

Hay un segundo tema relacionado con el anterior: nuestra responsabilidad.

Si el cambio climático refleja impactos macro, atribuibles a las grandes empresas contaminadoras, también nosotros afectamos de manera micro a la naturaleza.

Y es que, arropados con el antropocentrismo que se ha enseñoreado desde el siglo pasado, y considerando al agua como un ser que está a nuestro servicio, no nos importa desperdiciarla con duchas interminables, lavados de auto a manguerazos, y despilfarro en la limpieza del hogar y en el riego de jardines.

6.

Pero también las autoridades tienen su responsabilidad, y mucha: cuando no atienden a tiempo y con eficacia las múltiples fugas que se dan en las tuberías, cuando no existen planes a mediano plazo para garantizar el abastecimiento a toda la población y, en especial, cuando son omisas en castigar o cómplices en beneficiarse de las empresas que abusan de su extracción y consumo.

O colaboramos entre todos para cuidar más del agua o llegaremos pronto al infierno, pero aquí en la tierra.
7.

Cierre icónico.

Es cierto que los narcotraficantes son seres humanos y que merecen ser respetados en sus derechos fundamentales. También lo es que, como una medida cautelar, siempre será mejor que el ejército evite enfrentamientos armados con ellos para no afectar a la población civil.

Pero también lo es que la política de abrazos no balazos ha representado una conmiseración hacia criminales que no se tiene con opositores al régimen, a quienes se les agrede y vilipendia por el sólo hecho de pensar diferente.

No se vale.

Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).