Los campamentos
Importan mano de obra barata. De otros estados. Sobre todo, del centro y sur del país. Los convierten en sus esclavos del siglo XXI. Nearshoring. Llegan a Nuevo León deslumbrados con salarios apenas de suficiencia para un área conurbada tan cara.
Instalados en casas próximas a sus parcelas de trabajo, en las grandes naves industriales y en complejos de mantenimiento.
Al trabajador le imponen condiciones fuera de los contratos. Los barrios con casas en los alrededores del aeropuerto, en base de renta de 17 mil pesos como promedio, albergan mínimo cinco inquilinos del ejercito laboral de la misma empresa.
Tienen capataces responsables de los hogares. Se les prohíbe la ingesta de alcohol, aun en sus horarios de descanso, nada de reuniones sociales y mucho menos, de llevar acompañantes del sexo opuesto.
Los trabajadores queman sus recuerdos en bares pequeños de Apodaca, San Nicolas o Escobedo. Viajan en taxi de aplicación para llegar a dormir, después del receso en zonas de diversión etílica.
Cada semana el estimulo de mil pesos para alimentos. Una sola comida fuerte y abundante. Para soportar las palizas del día. Con 300 pesos restantes los ahorran para enviar a sus comunidades de origen.
A esos nuevos campistas y campamentos, se le puede marcar como detonante de la gentrificación.
Del incremento de los precios en rentas de vivienda. No llegan a los departamentos semiocupados de las grandes torres en proceso de blanquear dinero.
Sino a quienes obtuvieron los créditos de vivienda. Quienes jamás usaron las casas y obtienen ganancias de quienes son sus inquilinos.