Ramiro Garza, maestro de maestros
Partió Ramiro Garza, maestro de la radio, de la palabra hablada y escrita, de las ciencias de la comunicación social. Un hombre con un honorable sentido de la vida.
Pienso en Ramiro Garza y de inmediato evoco el olor a tierra mojada de Villa de García, el pueblo de sus padres y abuelos que lo inspiró para escribir uno de sus libros más íntimos, el poemario “Solar Poniente”.
“Ya de noche y tras la cena frugal en el comedor antiguo, uno se va, con una silla invitadora, a sentar cordialmente en la banqueta bajo la placidez nocturna de las ocho.
Yo de pequeño me iba solo.
Y sin silla.
En el filo de la banqueta se piensa más hondo…”
La sangre de artista corrió por sus venas. Elocuente comunicador, poeta, guionista, editor de revistas, generador de contenidos; en resumen, una fábrica de ideas, todas, interactuando con el mundo del arte y los mass media.
Ramiro fue a todísima madre, disculpen el tuteo, pero él me exhortaba al compañerismo. Y pese a que él y mi mamá eran primos segundos, ambos orgullosamente Garza y con ancestros en García, siempre ignoramos nuestra familiaridad y nos tratamos como cuates.
Ramiro vivió rodeado de intelectuales, artistas y seres extraordinarios, empezando por su compañera de vida, la enorme y multi galardonada poeta, Carmen Alardín (1933-2014), esposa y cómplice. Una pareja sensacional, fuera de serie, divertida y súper neta.
Los recuerdos me llegan en avalancha, asaltan mi memoria.
Destacaré uno más: la sensatez de Ramiro, otra de sus virtudes. En serio, no he conocido a nadie tan mesurado y sesudo como él. Se dice fácil, no lo es. Ser sensato es digno de admiración y respeto.
Siempre loé a Ramiro por los vínculos interpersonales que estableció con el mundo: con el jodido, el picudo, el artista, el anciano, el intelectual, el poeta, el intérprete… Para él todo fue luz, música, revelación. La humanidad fue su inspiración.