Ratitos a pie, ratitos andando

Hace años, en un segmento de aquel legendario programa FORO, con Gilberto Marcos, hablé sobre el transporte urbano en el área metropolitana de Monterrey.
Se emitió antes de una mesa de análisis entre funcionarios y empresarios protagonistas del tema.
Mi comentario no era nada feliz, aunque no recuerdo en qué términos.
Pero no importa, porque han sido los mismos durante décadas, ya sean camiones “trompudos”, “chatos”, microbuses, periféricos, ecovías, Metro, Transmetro…
En cualquier época las quejas son las mismas:
el transporte público metropolitano es caro, malo, peligroso e insuficiente.

Sí recuerdo que terminé el comentario aclarando que yo sí sabía de qué hablaba porque era usuario del transporte urbano.
Todos los invitados en esa ocasión podían presumir de estar muy enterados, pero de oídas, porque no usaban ese tipo de transporte.
Esa larga historia ha sido muy monótona.
Entre el gobierno estatal y los empresarios ha habido algunas pugnas más aparentes que reales, y muchos contubernios muy evidentes.
El usuario siempre ha sido derrotado.
Recuerdo que los aumentos siempre se decidían a fines del año, cuando la gente recibía el aguinaldo y no se sentía tanto el asalto al bolsillo.
Siempre se difundían compromisos de la mafia de transportistas (sí, dije mafia), en donde prometían el oro y el moro.
Sólo un par de empresarios eran lo bastante honestos para cumplir.
En general todo seguía igual. En la transición de los camiones “trompudos” a “chatos”, por ejemplo, fue como si sólo hubieran cambiado el chasis.
Suspensión, asientos, bordos y baches, hacían la combinación perfecta para ser el azote de las hemorroides.
Las balatas no esperaban al freno para lanzar alaridos espantosos.
La diarrea de humos tóxicos que lanzaban alegremente los escapes hacían ridículos los letreros de “Se prohíbe fumar y escupir”.






