Credibilidad de paso a desnivel o Baja California de Margarita


Les platico:
Cuando no se refutan, los rumores se vuelven dolores, angustias y cobran fuerza.
Mi abuela la alcaldesa me enseñó a confiar en quienes buscan la verdad, y dudar de los que dicen conocerla o peor aún, tenerla.
“Los que presumen de ella son una mezcla de estiércol y azufre”, decía la que fuera primera mujer al frente de un municipio en México.
También fue la primera que implementó una consulta popular, en esa ocasión, para saber si los habitantes aceptaban cambiarle el nombre al pueblo donde vivían: de Perros Bravos a Gatos Güeros y luego finalmente a General Bravo, tal como se estila desgraciar ahora a los patronímicos de ciudades y entidades, a saber:
- Veracruz de Ignacio de La Llave.
- Toluca de Lerdo.
- Xalapa de Enríquez.
- Querétaro de Arteaga, estado al que le quitaron el apellido en 2010.
- Y otras ocurrencias ovuladas por legisladores y cabildos plagados de menesterosos intelectuales.

Me desvié un poco, pero no tanto, porque tal digresión sirvió para mencionar ejemplos de cómo dilapidan su tiempo los que juran actuar apegados a la verdad para defender a los electores y terminan como viles títeres de sus partidos políticos.
Extendamos el alcance
Abarquemos ahora -además de los políticos- a los representantes de la mal llamada Iniciativa Privada, que cojean de la misma pata.
Les he escuchado, en público y en privado, que en sus cámaras y confederaciones buscan descubrir la verdad.
Pero ¿la verdad de quién? Y asumiendo que la encuentran ¿qué hacen con ella? ¿Defender sus prebendas, sus exenciones, sus cotos de poder, sus concesiones? ¿Criticar al gobierno en lo oscurito y en la lucecita se acomodan en su regazo?




