Siete Puntos

A Dios rogando...

Además de los rezos, los consagrados apostaron por un “diálogo social para construir un camino de justicia”; se necesita la intervención decidida de todos.
1.

… y con el mazo dando, reza el dicho popular que busca adaptar la máxima benedictina Ora et Labora (reza y trabaja). El aforismo se extendió a toda la vida monástica, y busca armonizar la oración, la alabanza a Dios, con el trabajo manual, con el esfuerzo corporal.

Si retrocedemos en la historia, esta recomendación viene del evangelio que se proclamará el próximo domingo (Lucas 10,38-42), en el que Jesús se reúne con María, sentada a sus pies para escucharlo, y con Marta, ocupada en el quehacer de la casa. Oración y acción.

2.

Esta dicotomía o articulación -dependiendo de si los extremos se rechazan o se unen- no sólo impacta en la dimensión religiosa de la persona, sino también en las problemáticas que afectan al tejido social.

Así lo evidencia la todavía inacabada pugna, aunque menos estruendosa, entre el presidente de la república y el clero católico.

Como es sabido, a raíz del atentado contra dos jesuitas y un guía de turistas, que derivó en su asesinato, se desataron acusaciones mutuas.

Apergollados por la oligarquía, se calificó desde La Mañanera

3.

… a los clérigos.

Éstos, más comedidos, respondieron que los abrazos ya no alcanzan para tantos balazos.

Con el fin de suavizar el enfrentamiento, y también de tomar cartas en el asunto, los obispos y las congregaciones religiosas convocaron a una jornada de Oración por la Paz en México, iniciada el domingo pasado, y que se prolongará a lo largo de todo este mes de julio.

Más allá de que algunos críticos ven en tal iniciativa una movilización interesada de los jerarcas católicos, lo cierto es que está en su papel realizar este tipo de convocatorias.
4.

Sin embargo, y como lo dijo el jesuita Javier Ávila, el Pato, compañero en la Tarahumara de los asesinados, hoy no basta rezar.

Con clara posición profética, denunció la impunidad que se vive no sólo en Chihuahua sino en todo México.

Sólo así se puede entender la proliferación de grupos armados a lo largo y ancho del país, sin que las autoridades competentes intervengan.

Sí a la oración por la paz, como manifestación devota del creyente, pero también a la contención del crimen por parte de las instituciones oficiales.

5.

Y aquí está el meollo del asunto.

Mientras los clérigos permanezcan en el espacio piadoso de la oración, y sólo promuevan mirar hacia el cielo en busca de ayuda divina, Palacio Nacional estará tranquilo.

Ya quedó claro que ese es el tono que gusta: el murmullo místico de quien implora una acción salvífica venida de lo alto. Pero si los curas alzan la voz exigiendo justicia, si traspasan las fronteras de los templos para inmiscuirse en asuntos tan terrenales como el fin de la violencia, entonces que esperen los reclamos presidenciales.

6.

Además de los rezos, los consagrados apostaron por un “diálogo social para construir un camino de justicia”. Y es que el número de asesinatos en el país, incrementado de manera notable en los últimos años, exige de la intervención decidida de todos los actores sociales.

Los poderes públicos responsables en primer lugar, pero también los empresarios, las universidades, las organizaciones obreras y campesinas, los clérigos y hasta los jefes de los cárteles.

Y es que como lo dicta el adagio popular: a Dios rogando y con el mazo dando.

7.

Cierre ciclónico.

Y lo mismo dígase de la sequía.

Los creyentes le pedimos al cielo -nuestro hermano, diría San Francisco de Asís- que nos bendiga con el don de la lluvia, pero: ¿y quienes no lo son? Como en el caso de la inseguridad, aquí también se precisa de acciones conjuntas y muy humanas para lograr abastecer de agua a toda la población.

Los recientes bloqueos a las principales avenidas, incómodos para los automovilistas, son el grito desesperado de quienes pasan semanas sin recibir ni siquiera una pipa proveedora del necesario líquido.

Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).