Siete Puntos

Otros tonos

A ver. El texto de los obispos y consagrados: ¿tiene en verdad una modulación diferente? ¿Estamos ante un acento distinto?.
1.

En abril del 2020 el presidente de la república se disgustó con algunos empresarios. El Consejo Mexicano de Negocios había conseguido un préstamo por 3 mil millones de dólares, otorgado por el Banco Interamericano de Negocios.

“No me gusta mucho el modito…”, declaró, enojado.

Algunos nos preguntamos: ¿qué decir de los “moditos” utilizados en las arengas diarias para calificar a los hombres de empresa como “fifís” y demás epítetos? Hoy tenemos una situación semejante:

El enfrentamiento con la jerarquía católica.

2.

A raíz del asesinato de los dos jesuitas en Cerocahui, Chihuahua, se inició una confrontación entre los religiosos y Palacio Nacional.

Aquellos reclamaban, no creo que con un acento burlón o grosero, la actual estrategia de seguridad a nivel nacional.

La respuesta, esa sí con frases que intercalaban palabras como apergollados, hipócritas y otras semejantes, surgió flamígera, como se acostumbra en los arranques coléricos de quien podría manifestar un poco de ecuanimidad ante las críticas. Pero la disputa parece desaparecer.

3.

En efecto.

El reciente Mensaje de la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, titulado Tejer en Cristo Nuevas Relaciones de la Fragmentación a la Unidad, ha sido bien recibido por el Primer Mandatario.

Celebró el comunicado y acotó: “Es otro tono”.

… la ya manida frase de abrazos y no balazos. Tampoco lanza cuestionamientos directos a la estrategia presidencial para contener la violencia. El llamado se centra en proponer cuatro series de acciones, que son más bien internas, y no tienen por qué percibirse como agresivas al régimen:

  1. Colocar fotografías en los templos de los consagrados asesinados
  2. Celebrar misas y oraciones comunitarias en lugares significativos por sus heridas sociales
  3. Pedir por los victimarios
  4. Realizar horas santas y otros actos devocionales en los que se ore por la paz
5.

Algunos opinadores han calificado de milagrosa la reacción presidencial: es una esperanza, sostienen, la rapidez con la se acepta dialogar, algo no habitual en el presidente.

Enhorabuena por este cambio en la actitud, por mejorar el “tono”.

Otros ven, más bien, el instinto político de AMLO en su esplendor, hábil para montarse en el discurso pacífico de los clérigos y hacerlo suyo. Bienvenida también la respuesta presidencial, el nuevo “tono”, si con ello se favorece la contención de la violencia y del crimen organizado y desorganizado.

6.

Para fortalecer el diálogo propongo un tema, que quizá pueda disgustar a ambas partes. Ojalá los jerarcas eclesiásticos reconozcan que, en efecto, algunos de ellos -la minoría- mantuvieron silencios vergonzantes en el pasado, y con frecuencia buscaban agradar al gobernante en turno con sus omisiones críticas.

Pero ojalá también se admita, desde la presidencia y sus simpatizantes, que ahora son otros los obispos, y que en las últimas administraciones han alzado la voz -la mayoría- no sólo en contra de la violencia, sino también de la corrupción.
7.

Cierre ciclónico.

Ya he escrito que la política nacional ha sufrido un cambio en su definición. En vez de ser la disciplina que se encarga de buscar el bien común, de propiciarlo y de mantenerlo, se ha convertido en el arte de distraer. Cada semana, desde las Mañaneras, se nos receta un nuevo entretenimiento mediático, para que miremos en la dirección opuesta de los verdaderos problemas.

Toca el turno del horario de verano.

El tema mantendrá ocupada a la comentocracia durante un tiempo. Ya vendrá otro acto de magia, que busca ocultar la realidad.

… la ya manida frase de abrazos y no balazos. Tampoco lanza cuestionamientos directos a la estrategia presidencial para contener la violencia. El llamado se centra en proponer cuatro series de acciones, que son más bien internas, y no tienen por qué percibirse como agresivas al régimen:

  1. Colocar fotografías en los templos de los consagrados asesinados
  2. Celebrar misas y oraciones comunitarias en lugares significativos por sus heridas sociales
  3. Pedir por los victimarios
  4. Realizar horas santas y otros actos devocionales en los que se ore por la paz
5.

Algunos opinadores han calificado de milagrosa la reacción presidencial: es una esperanza, sostienen, la rapidez con la se acepta dialogar, algo no habitual en el presidente.

Enhorabuena por este cambio en la actitud, por mejorar el “tono”.

Otros ven, más bien, el instinto político de AMLO en su esplendor, hábil para montarse en el discurso pacífico de los clérigos y hacerlo suyo. Bienvenida también la respuesta presidencial, el nuevo “tono”, si con ello se favorece la contención de la violencia y del crimen organizado y desorganizado.

6.

Para fortalecer el diálogo propongo un tema, que quizá pueda disgustar a ambas partes. Ojalá los jerarcas eclesiásticos reconozcan que, en efecto, algunos de ellos -la minoría- mantuvieron silencios vergonzantes en el pasado, y con frecuencia buscaban agradar al gobernante en turno con sus omisiones críticas.

Pero ojalá también se admita, desde la presidencia y sus simpatizantes, que ahora son otros los obispos, y que en las últimas administraciones han alzado la voz -la mayoría- no sólo en contra de la violencia, sino también de la corrupción.
7.

Cierre ciclónico.

Ya he escrito que la política nacional ha sufrido un cambio en su definición. En vez de ser la disciplina que se encarga de buscar el bien común, de propiciarlo y de mantenerlo, se ha convertido en el arte de distraer. Cada semana, desde las Mañaneras, se nos receta un nuevo entretenimiento mediático, para que miremos en la dirección opuesta de los verdaderos problemas.

Toca el turno del horario de verano.

El tema mantendrá ocupada a la comentocracia durante un tiempo. Ya vendrá otro acto de magia, que busca ocultar la realidad.

Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).