Los resentidos (a quien le quede el saco)
Y uno se queda helado -continúa señalando- el diablo no puede agradecer.
- La gratitud presupone la humildad y el reconocimiento de que hay algo, fuera de mí, que merece ser honrado.
- Pero el resentido, como el diablo, no agradece.
- Sólo destruye la línea que separa la civilización de la barbarie, que es fina como un papel cebolla.
- Es que es un logro construir algo, es una labor lenta, cuidadosa -sigue Pilar- y es un milagro que sobreviva.
- Dada la fragilidad de todas las cosas sumadas a la maldad, dirigida hacia la negligencia de los humanos, a veces somos capaces de destruir una gran construcción.
- Puede llevar siglos levantarla, una vida forjada en años, pero basta un incendio para que todo desaparezca, una bala, un machete.
Douglas Murray recuerda, en su libro La guerra contra occidente, que durante el genocidio de Ruanda, un médico fue asesinado por una banda tribal.
Cuando su cerebro quedó desparramado en la cuneta, uno de los asesinos rió y con burla aseveró “toda su ciencia ¿dónde quedó?”.
Años de formación, de compasión de servicio para los enfermos, anulados en un instante por quien no habría sido capaz ni de curar una pequeña herida.
Aquí está una de las lecciones más duras, que lo frágil no es sólo lo material, también es la belleza, la justicia, la libertad, nuestra civilización.
Todo lo que amamos es efímero, todo puede acabar en una barbarie, en un abrir y cerrar de ojos.
¿Y qué impulsa esa maldad? Pues el resentimiento, esa emoción venenosa.
Cuando dice buscar justicia, el resentido busca venganza, una revancha envuelta en inyectivas “morales”, como redistribución, igualdad, justicia social.
Quieren hacer que los felices se avergüencen de su felicidad y se digan unos a otros es una ignominia ser feliz.
Hay tanta miseria cuando el resentido impone su visión del mundo, culpa a los demás por su desgracia, que en general se debe a sí mismo. Hay que destruir al otro.
El resentido necesita el sufrimiento ajeno, necesita arrastrar a todos a su vacío.
Para ello, alguien tiene que ser el culpable de que yo me “encuentre mal”.
Ese alguien eres tú y eso es lo que nos pasa hoy.
Cuando los resentidos toman el poder, cambian las instituciones fundamentales, hacen su ley de la venganza, quieren destruir al occidente, desmantelar nuestro estado de derecho, descomponer a la familia, trastornar la economía.
Quieren comerse a las instituciones, sacrificar la verdad, corromper y corromperse.
Todo se vale.
Mas occidente, con todos sus errores, ha sido el mayor logro civilizatorio de la humanidad, ha elevado la vida humana una altura jamás soñada, ha prolongado nuestra esperanza de vida, multiplicado nuestra libertad, ha reducido la pobreza a niveles que antes parecían imposibles.
Señala Pilar que, del 85% de la pobreza extrema en 1800, cambiamos al nueve por ciento hoy.
Pero el resentido, como el diablo, no puede agradecer, no puede mirar a su alrededor, ver un mundo que merece ser admirado, honrado.
No, tiene que odiarlo y en especial odiar a los ciudadanos capaces de separar el bien del mal, cuando él no puede o no quiere.
Lo que desea es arruinar a los que estudian, trabajan, quienes tienen ilusión, a los que les va bien, porque le recuerdan todo aquello de lo que él no es capaz.
Entonces quema todo.
Decía Jacques Derrida, destruir es fácil, lo puede hacer cualquiera,pero construir es muy difícil.
El diablo no puede agradecer, el resentido tampoco.