¡Llegó el día!

Pues sí. Por fin tendremos, este próximo domingo, unas elecciones que han sido calificadas como decisivas para el futuro inmediato del País.
1.

Y así pareciera. En primer lugar, son los comicios más numerosos en la historia: renovación completa de la Cámara de Diputados (500), 15 gubernaturas, 30 congresos locales, 1,900 ayuntamientos y juntas municipales. Para ello se instalarán 161 mil casillas.

Por otra parte, también es la primera vez que los clásicos partidos de derecha, centro e izquierda -PAN, PRI y PRD-, han formado una alianza, Va por México.

2.

Además, la comentocracia nacional enfatiza que el actual proyecto de Nación necesita de la mayoría calificada en el Congreso para consolidarse, lo cual empanica a algunos y alienta a otros.

Si a ello agregamos la escalada de violencia que ha surgido en estas campañas electorales -88 políticos ha sido asesinados, 34 de ellos aspirantes y candidatos a puestos de elección popular-, y las recomendaciones para guardarse el día después por la inminente violencia que, garantizan los gurús, se desencadenará, convierten estos comicios en algo peculiar.

3.

Pero si nos serenamos un poco, y nos alejamos de la estridencia catastrofista, habría que relativizar lo que estará en juego el próximo domingo.

Ni la culminación de un proceso que nos conducirá a la justicia plena, ni la continuación de una debacle que nos precipitará hacia el abismo.

Quienes más tienen que ganar o perder son los candidatos que se juegan carrera y fortuna y que, sin variar en relación a elecciones pasadas, son los mismos personajes de la clase política, más dados al enriquecimiento personal y familiar que al servicio público.

4.

Si nos atenemos a lo que ha sucedido en estos ya casi tres años de la actual administración, tratando de ser fríos, encontraremos que más allá de las fustigaciones verbales en uno y otro bando, ni los pobres son menos pobres ni los ricos han perdido sus privilegios.

Ni el peso se ha desplomado, ni las diferencias sociales se han minimizado. Salvo, repito, los cañonazos polarizadores que surgen a diario desde Palacio Nacional y desde las trincheras opositoras, la situación nacional ha variado poco.

5.

Pero eso sí, si no votamos quién sabe qué pueda pasar. Lo verdaderamente peligroso no es ni la violencia el día de las elecciones -de seguro habrá hechos aislados a lo largo del país-; ni los intentos de fraude, que también se darán; ni los conflictos en los tribunales, que ahora aumentarán.

El abstencionismo es el verdadero rival a vencer. Desentendernos de esta obligación y este privilegio es facilitar el que otros metan las manos y puedan manipular de manera más sencilla los resultados.

6.

Vayamos a votar. Cumplamos con nuestro deber cívico y cristiano. Utilicemos nuestro derecho y defendámoslo.

Votar es un ejercicio civilizatorio capaz de vencer autoritarismos y apatías.

Votemos no sólo por lo que me puede beneficiar a mí, sino a los demás, en especial a los más desfavorecidos. En la intimidad de la urna nadie puede coaccionar nuestra voluntad.

Lleguemos a la casilla el domingo próximo conscientes de que nuestro voto es sólo un granito de arena, pero que sin esa pizca de participación no se construye la democracia.

7. Cierre ciclónico.

Seamos o no aficionados del Cruz Azul -yo sí lo soy- su campeonato después de 23 años es un hecho que cambia nuestra narrativa histórica.

Acostumbrados en todas las áreas de la vida al ya merito, a jugar como nunca y perder como siempre, a cargar maldiciones sobre nuestros hombros, a regodearnos en la fatalidad compartida, esa victoria nos demuestra que podemos triunfar, con disciplina y trabajo.

A partir de hoy, cruzazulear será sinónimo no de fracaso sino de éxito.
Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).