Frente a cada nueva crisis insalvable, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación ingenia una caja china tras otra. Así es como trata de evadir las responsabilidades correspondientes y de inventarse un mundo feliz para, sobre ese escenario, continuar aplicando su acostumbrada rutina de ejercer la corrupción a diestra y siniestra. Cuando el Presidente aseguró que México estaba preparado para una guerra contra los Estados Unidos, no tuvo más opción que inventarse una infección de covid o un infarto o un desmayo con tal de evadir la responsabilidad de hacerse cargo de sus propias palabras. Cuando de lo que se trataba era de aprobar una gran cantidad de medidas legislativas de manera clandestina y a oscuras, se recurrió a programar un concierto de Rosalía, en el Zócalo y gratis, para distraer a la población y a la prensa de dicha actividad siniestra y patética. Y cuando se dio a la luz pública las actividades que ahora caracterizan a los altos mandos militares en términos de corrupción inmobiliaria, ahí estuvo la voz de Epigmenio Ibarra para ponerse a discutir con el Embajador de Inglaterra los detalles de la coronación del Rey y sus posibles implicaciones éticas... Todo con tal de evadir responsabilidades.

La corrupción, la revancha y el espíritu de venganza son elementos fundamentales de la llamada "Cuarta Transformación", y así se reflejan plenamente en esta ficción llamada ¡Qué Viva México! y que es una obra visualmente interesante y narrativamente valiosa realizada por Luis Estrada, con actuaciones memorables sustentadas por Damián Alcázar el actor favorito del titular del poder ejecutivo.