El gran fracaso: una crítica al paradigma de la guerra contra las drogas
En estas reflexiones se argumenta que este estancamiento no es accidental, sino el resultado de un sistema que prioriza los intereses políticos y la simplificación de problemas complejos por encima de la salud pública y la realidad histórica. {https://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/WDR_2024/languages/2412493S.pdf}.
Históricamente, el consumo de sustancias psicoactivas es tan antiguo como la civilización misma.
Las drogas han sido parte de los rituales religiosos, la medicina y la vida social en todas las culturas, desde los sumerios con la amapola hasta las civilizaciones precolombinas con el peyote y la coca.
La "guerra contra las drogas", por lo tanto, no es una respuesta a la existencia del consumo, sino un fenómeno moderno de política y control social que emergió en el siglo XX.
Impulsado por el racismo, la xenofobia y el miedo a "grupos indeseables", este enfoque ha criminalizado un comportamiento humano ancestral para justificar la vigilancia, la violencia y la intervención geopolítica. { https://www.unodc.org/res/WDR-2023/WDR23_ExSum_Spanish.pdf}.
Esta politización tiene consecuencias brutales.
Al centrar la estrategia en la oferta y no en la demanda, se externaliza el problema y se evita la confrontación de las causas internas, como la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a la salud mental.
Al culpar solo a los países productores y a los "cárteles", los políticos desvían la atención de la realidad de que el consumo es un problema endémico.
Esto crea un ciclo perverso: la criminalización encarece las drogas y las hace más peligrosas, mientras que la falta de tratamiento médico condena a los consumidores a un ciclo de adicción y marginación. { https://www.opensocietyfoundations.org/uploads/73d27550-0019-4569-b300-04b6753d3823/economics-drug-war-sp-20160928.pdf}
Esta dinámica ha llevado a algunos pensadores a hablar de un cruel proceso de "selección social", aunque sea una idea despreciable. Bajo esta lógica, la adicción, exacerbada por la peligrosidad de las drogas adulteradas y el fentanilo, se convierte en un mecanismo que "filtra" a los individuos más vulnerables de la sociedad, aquellos que carecen de recursos económicos y de acceso a una atención médica adecuada.
Aunque nadie promueve conscientemente la eugenesia, el resultado de las políticas actuales es que el sistema actúa como si lo hiciera, dejando que los más marginados se autodestruyan en la intersección de la pobreza y la prohibición. { https://www.uc.edu/content/dam/refresh/cont-ed-62/olli/s21/darwin-5-psychology-eugenics.pdf}.
En última instancia, el problema de la adicción no es solo un fracaso individual, sino una manifestación de una libertad sin educación. Nuestras sociedades modernas ofrecen una libertad vacía —la ausencia de prohibiciones—, pero no proporcionan las herramientas necesarias para ejercer esa libertad de manera sana y plena. Sin alfabetización emocional, pensamiento crítico y un sentido de comunidad, la libertad de elegir se convierte en la libertad de autodestruirse.
La "autodestrucción" no es un simple acto personal, sino el trágico resultado de un sistema que ignora la educación integral, prioriza los intereses políticos y criminaliza a las víctimas de su propio fracaso.
La realidad nos revela una verdad fundamental sobre la condición humana: la búsqueda del sentido de la existencia es una tarea inherente a nuestra naturaleza, pero también una fuente de profunda vulnerabilidad.
Para un grupo de personas, esta búsqueda es una empresa honesta, aunque difícil, que los obliga a confrontar realidades complejas y a navegar por la vida con sus capacidades cognitivas.
Sin embargo, para otros, esta exploración puede generar una pesadumbre y un sentimiento de abandono que los empuja a buscar atajos, a veces "mágicos", para resolver lo que no pueden por sí mismos.
Es en este vacío existencial donde aparecen los "vendedores de ilusiones".
Estos actores, sean narcotraficantes, ideólogos o charlatanes, no solo venden sustancias ilegales, sino que ofrecen falsas verdades y soluciones alternativas que prometen llenar el vacío.
De esta forma, las personas que buscan una respuesta a su dolor se convierten en víctimas y clientes principales de un mercado que no solo comercia con drogas, sino con una mentira: la idea de que la felicidad o la tranquilidad se pueden adquirir de forma instantánea, sin el arduo trabajo del autoconocimiento y la conexión real.
Esta perspectiva añade una capa de compasión necesaria al debate, reconociendo que quienes caen en la adicción no son simplemente criminales o personas "débiles", sino individuos en una profunda búsqueda que fueron seducidos por una falsa promesa.
La Autodestrucción más allá de las Drogas
La autodestrucción no es un fenómeno exclusivo de las adicciones. Se manifiesta en una amplia gama de comportamientos que, al igual que el consumo de drogas, desafían las normas de la sociedad y conducen al aislamiento.
Estos comportamientos, como la ludopatía (adicción al juego), los trastornos alimentarios o la participación en actividades de alto riesgo, comparten una raíz común con el consumo de drogas: la búsqueda de escape, la incapacidad para lidiar con el dolor emocional y la falta de las herramientas necesarias para vivir de manera sana y plena.
En un mundo que valora la libertad de elección por encima de todo, es vital reconocer que esta libertad puede convertirse en una sentencia de autodestrucción si el individuo no está equipado para manejarla.
Una Responsabilidad Compartida: La Comunidad en el Centro de la Solución
La existencia de personas que se aprovechan de las indefiniciones y fallas del sistema para su propio beneficio es un llamado urgente a la acción. Si la política se niega a actuar, la responsabilidad recae en la sociedad civil.
Las comunidades tienen el poder, y la obligación moral, de organizarse para identificar a sus jóvenes y a los más vulnerables, y así, evitar que caigan en los vacíos de una normalidad que disfraza la autodestrucción como libertad.
Tal como afirmaba el filósofo José Ortega y Gasset, la libertad no es algo terminado, sino una tarea constante. Es un bien que debemos cuidar individual y colectivamente, asumiendo la responsabilidad de crear un entorno que fomente la vida y la plenitud, en lugar de permitir que la autodestrucción se convierta en una opción silenciosa y trágica.
La Evidencia de la Salud Pública: Alternativas al Fracaso
A pesar de la inercia política, existen ejemplos internacionales que demuestran la viabilidad de un enfoque diferente. Países como Portugal han despenalizado el consumo de todas las drogas, tratando la adicción como un problema de salud pública y no como un crimen.
Este enfoque ha llevado a una reducción significativa de las muertes por sobredosis y las infecciones por VIH, demostrando que el tratamiento y la reducción de daños son más efectivos que la criminalización.
De manera similar, en Suiza, los programas de prescripción de heroína han disminuido el crimen relacionado con las drogas y mejorado la salud de los adictos, reintegrándolos a la sociedad.
Estos modelos evidencian que el fracaso no es inevitable y que la colaboración entre el gobierno, las comunidades y los expertos en salud puede forjar un camino más compasivo y efectivo para abordar esta crisis. {https://syntheticdrugs.unodc.org/uploads/syntheticdrugs/res/library/treatment_html/The_Public_Health_Dimension_of_the_World_Drug_Problem.pdf}.
La Globalización del Crimen: El Papel de la Tecnología
El fracaso de la "guerra contra las drogas" se ha acentuado con la modernización de las tecnologías de la información.
El crimen organizado ha sabido aprovechar un mundo hiperconectado y una sociedad en red para expandir su capacidad de forma global.
Las transacciones ya no se limitan a grandes sumas de dinero en efectivo, sino que se realizan a través de medios más sofisticados. Desde las operaciones de lavado de dinero en las instituciones financieras y las inversiones inmobiliarias, hasta el uso de criptomonedas y la compraventa de sustancias en la dark web, el mercado ilegal ha perfeccionado su capacidad para operar sin ser detectado.{ https://globalinitiative.net/wp-content/uploads/2021/03/The-Global-Illicit-Economy-GITOC-Low.pdf}.
Conclusión: Un Nuevo Paradigma Necesario
La ineficacia de la "guerra contra las drogas" se hace evidente al examinar sus premisas. La lucha militar contra la oferta de sustancias ilícitas es como intentar matar hormigas con escopetazos: un método costoso e inútil contra un enemigo descentralizado y adaptable (Martínez, 2018).
El verdadero problema no reside en la producción o la distribución, sino en una demanda que surge de una sociedad con profundas fallas.
A esto se suma que la estrategia de seguir la traza del dinero ha sido igualmente ineficaz, ya que las redes criminales han desarrollado una sofisticada red de complicidades con gobiernos, instituciones financieras y operaciones de inversión de todo tipo para lavar sus activos (Soler, 2021). { https://transformdrugs.org/assets/files/PDFs/count-the-costs-economic-costs.pdf}.
La economía del mercado ilegal agrava este fracaso, pues la demanda de drogas es inelástica a los aumentos de precio.
Esto significa que los consumidores, especialmente aquellos con una adicción, seguirán comprando sin importar los costos, lo que hace que los esfuerzos por interrumpir la oferta y encarecer los productos sean inútiles.