La diplomacia del futuro y la emoción inmediata
Hoy, a quince años de aquel evento que sembró la esperanza de que las tecnologías de información se convertirían en un aliado de las sociedades, se ha desvanecido.
Porque si bien las multitudes equipadas con medios digitales triunfan en sus primeras manifestaciones, el uso de nueva tecnología no garantiza que los valores que prevalecerán serán los de los inventores de los aparatos, o incluso los de la mayoría de la multitud.
Más aún: las mismas tecnologías utilizadas para convocar manifestaciones también pueden usarse para seguirles la pista y acabar con ellas.
Hoy la mayoría de las plazas públicas de cualquier gran ciudad están sujetas a videovigilancia constante, y cualquiera que tenga un smartphone puede ser rastreado electrónicamente en tiempo real. Como concluyera un sondeo reciente: «Internet ha hecho que seguir la pista sea más fácil, más útil y más barato» (Kissinger, 2014, p. 306).
Pero la verdad es que la gente ahora rara vez pelea por no saber; pelea por lo que siente, por las emociones inducidas.
Y hoy, la tecnología no nos hace más sabios, solo nos da más razones (y más videos) para confirmar que el "otro" es el enemigo.
La diplomacia del siglo XXI no trata de gestionar la relación entre países, trata de gestionar nuestras pantallas y las emociones que nos venden en ellas.
El verdadero reto es entender que nuestra vida diaria y nuestros clics son la moneda de cambio para un nuevo tipo de poder global.
¿Por qué todos gritamos en internet? La Adicción Algorítmica
El problema no es que falte información, sino que nos sobra el ruido.
Las plataformas sociales no están diseñadas para la verdad; están diseñadas para tu tiempo, y para mantenerte enganchado, el algoritmo hace una cosa mágica y terrible: te muestra solo lo que te gusta y te enoja, creando tu propia burbuja de filtro emocionalmente atractiva.
Te encierra aunque parezca lo opuesto (Pariser, 2011).
El resultado es que todos vivimos en "realidades" separadas, ya no discutimos hechos; solo compartimos memes que confirman que el otro está equivocado, esta división, esta polarización algorítmica que se alimenta de la emoción pura, es un veneno para la diplomacia.
Si la gente no puede ponerse de acuerdo ni en el color del cielo, ¿cómo van a hacerlo sus líderes en temas de guerra y paz? El terreno común se ha roto, y la conversación global se ha reducido a una pelea de comentarios.
Los Lores de la Gran Data y la Vigilancia Asimétrica
Mientras la gente vive en el scroll constante y el click fácil, los lores de la gran data (las grandes empresas tecnológicas) acumulan el verdadero oro: nuestra actividad, nuestras emociones e intenciones. Esto es la vigilancia asimétrica.
Ya no se trata solo de que el gobierno te espíe; se trata de que el algoritmo te conoce mejor que tu pareja o incluso que tú mismo (Zuboff, 2019).
Esta Inteligencia Artificial no solo sabe lo que cada uno va comprar, sabe cuándo estás vulnerable, cuándo estás enojado y, para los gobiernos, cuándo podrías ser una amenaza. Esto es el pináculo del poder digital.
Permite a quienes tienen los datos anticipar y manipular todo, desde el mercado hasta una protesta social, la diplomacia que pide regulación (como la Ley de IA de la UE) es un intento desesperado de ponerle un freno a este Gran Hermano corporativo y estatal.
Es una lucha para que el ser humano mantenga la privacidad y la libertad de simplemente ser impredecible.
Junto a las ilimitadas posibilidades que abren las nuevas tecnologías, la reflexión sobre el orden internacional debe incluir los peligros internos de las sociedades guiadas por el consenso masivo, privadas del contexto y la previsión necesarios en términos compatibles con su carácter histórico.
En todas las otras eras, esto era considerado la esencia del liderazgo; en la nuestra, corre el riesgo de ser reducido a una serie de eslóganes destinados a capturar la aprobación inmediata a corto plazo, la política exterior corre peligro de convertirse en una subdivisión de políticas internas, en vez de una práctica para modelar el futuro.
Si los grandes países dirigen sus políticas internas de esta manera, sus relaciones en el escenario internacional sufrirán distorsiones asociadas, la búsqueda de perspectiva bien podría ser reemplazada por un endurecimiento de las diferencias, y la capacidad del estadista, por la pose o imagen.
Si la diplomacia se transforma en gestos dirigidos a las pasiones, la búsqueda de equilibrio corre el riesgo de ceder el paso al hecho de poner a prueba los límites.
Se necesitará de gran sabiduría y previsión para evitar estos peligros y garantizar que la era tecnológica cumpla su inmensa promesa, es necesario profundizar en el propio interés por lo inmediato a través de una mejor comprensión de la historia y la geografía.
La tarea no es solo un asunto de la tecnología.
La sociedad necesita adaptar su política educativa a imperativos últimos en la dirección del país a largo plazo y en el cultivo de sus valores, los inventores de los aparatos que tanto han revolucionado las maneras de recabar y compartir información pueden hacer una aportación idéntica, si no mayor, diseñando medios que permitan profundizar a sus fundamentos conceptuales
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En el camino que lleva al primer orden mundial verdaderamente global, los grandes logros humanos de la tecnología deben fundirse.
Con los poderes realzados del juicio humano, trascendente, ético, compasivo y moral.