Groenlandia ¿Único lugar del mundo no destruido por el ser humano?
Fue en el año 982 d.c cuando llegó el primer noruego a Groenlandia; se llamaba Erik Thorvaldsson.
Le llamaban Erik El Rojo, por sus matanzas. Unos mil años después otros dos noruegos llegaban ahí; uno mitad regio, que no paraba de "matar" para cumplir un sueño: cruzar la mitad de este continente caminando.
Todo empezó como empiezan muchas de éstas aventuras, escuchando historias y viendo fotos en internet.
Pensando en un día ir para allá. Después de tomar la decisión comenzó la planeación, que nos llevó varios meses. Hasta que finalmente volamos a Oslo, Noruega, y de ahí hicimos escala en Copenhague, Dinamarca, para luego volar a Kangerlusuuaq, Groenlandia.
Llegando a nuestro aeropuerto de destino, que por su tamaño parecía más como el taller donde afinamos el coche, recogimos nuestras mochilas e iniciamos la excursión.
En ese momento me llegó un sentimiento de algo diferente. Casi siempre, en todos mis viajes, lo normal es que al salir de un aeropuerto lo primero que uno hace es buscar un taxi; ahí no. ¡No hay!
Salimos, tomamos un giro a la izquierda y empezamos a caminar. ¡La aventura ya había empezado!
La mochila con sus 28kg estaba bien empacada con ropa, equipo y comida para tres semanas.
Al inicio se sentía algo pesada pero uno se acostumbra rápido, y más con las vistas que teníamos enfrente y que nos hicieron relajarnos y despreocuparnos por todo.
Al inicio de la caminata empecé a sentir molestias en un pie y me preocupé porque llevaba apenas 5 horas caminando, nos faltaban como 20 días ¡y ya me dolía! No voy a llegar, ¿qué hago?
En ese momento comprobé que tomar precauciones vale la pena.
En la mochila tenía plantillas extras, por si acaso. Resultó una buena decisión llevarlas, aunque estuvimos pensando y midiendo cada miligramo que metimos en la mochila por su tamaño y peso.
Cambié las plantillas y el asunto se arregló. El primer día avanzamos alrededor de 30 km y en la tarde llegamos al lugar done acampamos ,que algunos nos habían comentado sería bueno para recargar pila.
El siguiente día desperté a las 7 de la mañana después de dormir 12 horas.
Creo que fue la primera vez en mi vida que dormí tanto en un sleeping bag sin siquiera un colchón decente, pero el cuerpo me lo pedía.
Nos despertaron unos pájaros fuera de la cabaña que al parecer tenían un desacuerdo sobre el desayuno que uno había encontrado.
Pero era hora de irnos. Me senté en la orilla del lago para calentar el café y el desayuno para cargar un poco de pila para el día que teníamos por adelante. El plan para ese día era avanzar unos 20-25km más.
Al empezar a caminar, pensé, si vamos a caminar 8 horas con una mochila pesada y en mi botella tengo medio litro de agua, ¿aguantaré?
Es que por cada salida que hacemos aquí en NL, por el clima, hay que llevar mucha agua siempre.
Pero me di cuenta que allá no, hay lago, ríos y arroyos por todos lados, ¡Y limpios! ¡Agua bien limpia, no contaminada! Podrías tomar agua de donde fuera; problema resuelto.
Durante julio y agosto es cuando normalmente la temperatura está arriba de cero grados Celsius en Groenlandia.
Eso significa que todo lo que hay de plantas, moscas y otros insectos como zancudos tienen que aprovechar esta ventana de buen clima.
Para nosotros fue retador porque no te dejan en paz. Están bien insistentes y se meten el tus ojos, nariz y oídos constantemente. ¡Dan ganas de gritar de frustración!
Pero nos habían dado advertencias de ese pequeño detalle, entonces cuando se pusieron muy intensos me puse la mosquetera en la cabeza y santo remedio.
¡El momento mágico!
Cada día que caminamos, siempre llegamos a hacer campamento en la tarde.
En esos momentos me sentaba en una piedra para quitarme la mochila y liberar los pies de las botas.
A eso le llamaba el momento mágico del día; suena como cualquier cosa pero para mí eran unos segundos extraordinarios, mover libremente el tobillo, estirar los dedos y dejar que pasara el aire entre ellos. ¡Pura alegría!
Antes de irnos a Groenlandia, la gente nos preguntaba ¿qué harán en caso de toparse con un oso polar?
Pues… no teníamos más que un cuchillo para defendernos, pero investigamos un poco antes y los osos polares están más al norte durante los meses de verano.
Entonces no había peligro. Pero sí vimos mucha fauna del ártico, como conejos, el pájaro que se queja y muchos renos.
Uno nos acompañó casi un día completo. Como no hay gente, no les da miedo y se acercaba mucho. Fue un reencuentro bonito con el reno del lugar.
Llevábamos bastante comida pero para variarle un poco, pescamos casi todos los días.
Hay un sin fin de ríos, arroyos y lagos llenos de peces de varios tipos. Trucha y salmón brincando por todos lados.
El chiste es saber dónde andan, leer la estructura del río. Mi amigo es experto en eso y gracias a él fue como pescar en una pecera. Entonces, hambre no teníamos.
¿Qué fue lo mejor del viaje? Creo que las vistas increíbles, el silencio y la tranquilidad.
He hecho muchos viajes en mi vida a lugares remotos, playas vírgenes y montañas lejanas pero ningún lugar tan solo, tan grande y tan majestuoso en cuestión de ecosistema.
Aunque caminar cientos de kilómetros no es considerado como vacaciones para muchos, el trayecto ni se siente pesado con ésos paisajes alrededor. Es terapéutico y se llena uno de energía.
Después de caminar por 15 días (fue menos tiempo de lo planeado) vimos algo en el horizonte que tenía color, al inicio no se veía bien por la distancia pero al avanzar, vimos abajo de la montaña algo que parecían como casas.
Sentí que el cuerpo se llenaba de felicidad y empezamos a platicar de todo lo que íbamos a hacer como tomar un baño con agua caliente, dormir en una cama y obviamente probar lo que la cervecería local nos podría ofrecer en cuanto a sabores.
Habíamos llegado a nuestro destino, el pueblo de Sisimiut.
Groenlandia o Greenland, como se llama en inglés, es uno de los pocos lugares en el mundo que aún no está destruido por el ser humano.
Ahí puedes tomar el agua de los arroyos, caminar por días sin ver nada de infraestructura del mundo moderno y realmente sentirte en la naturaleza.
No es que sea muy peligroso ni retador estar allá, simplemente estás solo, no hay cobertura celular, no hay ayuda si te llega a pasar algo (a menos que cuentes con un teléfono satelital) y definitivamente no hay servicio de agua caliente o room-service.
Pero para un amante de la naturaleza un viaje así es como para un musulmán ir a la Meca o para un astronauta ir a Marte.
Es un paraíso para algunos y (me imagino) un infierno para otros.
Geográficamente Groenlandia pertenece al continente América por su cercanía con Canadá.
Políticamente a Europa por su relación con Dinamarca. Todavía es parte de ellos pero cada vez más independiente.
El gentilicio de los habitantes de Groenlandia es inuits y tienen sus propias costumbres e idioma, el cual no se entiende nada.
Pero muchos hablan danés y unos pocos inglés. Parte de la experiencia del viaje es batallar con el idioma e ir experimentando que si la otra persona te entiende y ver como interpretan la situación.
¿Qué hace esta esquina del mundo tan especial? Para empezar, es uno de los pocos lugares del planeta donde puedes ver la naturaleza en su forma más virgen.
No tiene infraestructura como carreteras, pueblos o contaminación. Es decir, sí existen ejidos y pueblos donde vive gente, pero en lugares aislados.
Estamos hablando de un continente con el tamaño casi de E.U donde viven un total de 56 mil habitantes. ¡Vive más gente en mi colonia de Monterrey!
O sea, apretados no están.
Tienen “ciudades” como Kangerlussuaq, Sisimiut y Nuuk. Donde la última es categorizada como la capital con sus 16 mil habitantes.
Cuentan con centros comerciales y hasta su campo de golf tienen.
Visitamos el pueblo de Sisimiut, con sus alrededor de 5 mil habitantes, que fue nuestro destino en la caminata que hicimos desde Kangerlussuaq.
Un lugar simpático con sus casas de madera de todos colores, sus tienditas y gente amable.
Si un día te dan ganas de experimentar algo fuera de lo común, limpio y aún no destruido por el ser humano, te recomiendo este destino.
Hay que ir antes de que lo destruyan. ¡Buen viaje! Y por último, si van, llévense de regreso su basura consigo.
Créditos de las fotos: Ronny Kvist Sørli y Petter Jahnsen.