La confianza y la credibilidad, las grandes perdedoras
No se requiere ser un gran estudioso de la historia y lo político para darnos cuenta de que el mundo entero se encuentra sumido en un momento en el que en todos los países se agotó la política, pues se están mostrando incapaces de resolver los problemas y conducir los conflictos.
La consecuencia inmediata es el hartazgo de las comunidades.
Los líderes políticos ya perdieron todo contacto con la realidad y a todos los asuntos les quieren aplicar soluciones ideológicas que lo único que hacen es aumentar la presión sobre sí mismos.
Por citar algunos ejemplos del panorama político del 2024, están:
- Trump quiere ser émulo de Teddy Roosevelt y volver a la política del garrote y la zanahoria.
- Putin revive la majestuosidad imperial de la Rusia zarista con él al frente.
- Pedro Sánchez juega con un nuevo socialismo pero financiado por la Unión Europea.
- Alemania empieza a resentir tanta migración turca y musulmana.
- En América Latina, Daniel Ortega, metido en la más terrible de las contradicciones, se erige como un nuevo dictador Somoza con traje verde olivo.
- Boric se quedó mudo.
- Maduro organiza su eternización en el poder mientras el país es tierra de fantasmas.
En tanto, las economías no recuperan su buena marcha y la inflación no cede, las presiones migratorias aumentan, la violencia va en ascenso, la amenaza es el recurso político de la nueva Guerra Fría, la polarización de los bloques se acrecienta, y la única solución es culpar al pasado, pero justificar el regreso a las viejas formas de control territorial hegemónico.
México no es la excepción
Por los últimos 6 años, los centros del poder se han esforzado por polarizar al país, dividiéndolo entre buenos y malos, y cada día se colocan a los críticos de cada facción, en un extremo u otro, según convenga, mientras la sociedad está expectante de qué sigue.
En América Latina, la desconfianza ciudadana constituye una de las resultantes del péndulo entre el neoliberalismo y el populismo.
Los países latinoamericanos han oscilado de un extremo a otro, sin solución de continuidad.
Los defectos de los gobiernos neoliberales dan lugar a los populistas y, a su vez, los excesos de los gobiernos populistas dan lugar a los neoliberales.
Aquellos ajustan los gastos porque estos derrocharon los recursos y, paradójicamente, estos derrochan los recursos porque aquellos ajustaron los gastos.
Este vaivén de fracasos y frustraciones ha sido muy dañino para la eficiencia económica y el bienestar social de nuestros países.
Se ha trabajado más en el terreno de las intenciones que en el de las realidades resultantes de la gestión del país y el único efecto ha sido el de profundizar los problemas en todas las áreas.
Están por terminar las campañas electorales y la verdad es un espectáculo que no hace, sino repetir la norma que se estableció desde que aparecieron las conferencias mañaneras.
Descalificar, estigmatizar, insultar, tirar toda la inmundicia posible para todos lados y proponer regalar más cosas a pesar de que no hay con qué.
Estamos a días de acudir a las urnas y el presidente logro convertir todo el proceso en un referéndum para sí mismo.
Nadie acudirá a votar por un futuro mejor, sino para que se vayan o permanezcan los actuales.
Absurdo porque estamos ante grandes oportunidades para convertir a México en un poderoso enclave económico y estamos perdidos en devaneos ideológicos sin sentido o dirección.
Las grandes perdedoras son la confianza y la credibilidad, y sin estas no hay nación que sobreviva.
Quien resulte electo no recibirá la confianza suficiente para sacar al país adelante y el mejor escenario es que no se derrumbe la economía y entremos a un nuevo ciclo de descomposición que nos deje, entre las naciones que aún confían en nosotros y que también están a la expectativa de que ocurrirá, como el apestado que pudo pero no quiso
Sin credibilidad política no puede consolidarse ningún régimen por más promesas que se hagan a la ciudadanía.
Cada seis años se vuelve a ensayar el mismo script de ofertas que nadie controlara, que se cumplan y que acrecentarán la frustración.
- Si el estado no se muestra como una entidad responsable, la sociedad no participará.
- Si no se comparten los mismos valores entre el gobierno y la sociedad, no habrá desarrollo sostenible.
- Si no se atienden los problemas prioritarios y no existe un mandato controlable en la nación pierde su viabilidad.
- Si las políticas públicas no dirigen la gestión y solo nos mueve el momento, continuaremos estancados.