Siete Puntos

¿Otra nueva verdad?

Si nos hemos acostumbrado ya a la distorsión de lo sucedido por parte de la clase política, el caso Ayotzinapa supera cualquier imaginación posible.
1.

Las ciencias sociales o humanas tuvieron su nacimiento hacia fines del siglo XIX. Despreciadas por sus hermanas las exactas o naturales, quienes se ostentaban como las únicas poseedoras de la certeza objetiva, en la medida en que ésta se podía corroborar en un laboratorio, iniciaron la odisea para demostrar de que también ellas -la psicología, la sociología, etc.-, exploradoras de la naturaleza humana, eran capaces de descubrir lo que era esa dama tan deseada por ambos horizontes científicos:

La verdad.

2.

Y es que, si bien Aristóteles la había definido como la adecuación entre el intelecto y la cosa, con el paso de los siglos su descripción fue cambiando, hasta que Louis Althusser habló de una construcción social de la misma.

La subjetividad en la apreciación de lo verdadero llegó para quedarse, y un claro ejemplo lo constituye el manejo político de lo cierto:

La realidad será tal si es afirmada por el gobernante, aunque no corresponda con los hechos. Los datos de quien detenta el poder superarán cualquier verificación empírica.
3.

Si nos hemos acostumbrado ya a la distorsión de lo sucedido por parte de la clase política, el caso Ayotzinapa supera cualquier imaginación posible.

Se ha contaminado tanto la desaparición de los 43 normalistas, hace ya ocho años, surgen a diario distintas versiones sobre la manera en que fueron asesinados y quiénes los ultimaron, que ya lo acontecido parece pasar a un segundo término.

Se sigue especulando sobre el destino de sus restos, la intervención o no de los militares, y la complicidad de autoridades federales.

4.

Quienes más han colaborado en esta confusión han sido los mismos encargados de clarificarla: Murillo Karam y su verdad “histórica”, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes y la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa.

Creo que también hay ocho libros sobre el tema y al menos cuatro documentales.

¿Por qué, con tantos recursos empleados, abundantes especialistas y múltiples informes, no se puede llegar a la ansiada confirmación de los hechos?.
5.

No falta quién diga que es mejor olvidar la tragedia, que se debe dejar descansar a los estudiantes, que sus familiares harían bien en resignarse. Y no.

Es cierto que no se busca, y mucho menos desde la perspectiva cristiana, la venganza y la revancha, pero sí la reparación del daño, en primer lugar para las familias de los masacrados.

Recordemos que ellas necesitan recuperar los cuerpos de sus hijos y hermanos, para cerrar así el ciclo del dolor y del duelo.

No es morbo ni amarillismo. Es justicia para con los deudos y con el país entero.

6.

¿Estaremos ante una más de esas certificaciones que se quedan en el laberinto de la maraña discursiva? Es fecha que, por ejemplo, se sigue debatiendo sobre los autores intelectuales del atentado en contra de Colosio. También se han escrito libros, grabado películas, y desfilado comisiones investigadoras.

No me parece pesimista concluir que, pese a lo afirmado por Aristóteles, la certidumbre relacionada con la política no es la adecuación entre el intelecto y la cosa, sino entre los intereses de quien tiene el poder y la narración de los sucesos.

7.

Cierre ciclónico.

Vi en los noticiarios que una nave de la NASA se impactó el lunes pasado, a toda velocidad, contra un asteroide que venía rumbo a la tierra, y lo hizo con el objetivo de desviar su trayectoria.

Recordé la película Armageddon, de 1998. La ciencia ficción se convierte en realidad.

¿Y si se filma una sobre la ejecución de los normalistas de Ayotzinapa, y dentro de unos años, aunque sean muchos, los padres de familia saben la verdad, y recuperan sus restos? Quizá sea la única solución en este surrealista país.

Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).