Primer año de gobierno. Logros y desafíos
Detrás de los aplausos y las cifras alentadoras que presentó la Presidenta, emergen también los contrastes que definen la compleja realidad del país.
Somos una nación que avanza en algunos indicadores, pero se estanca o retrocede en otros.
Un gobierno que inspira confianza en su honestidad, pero enfrenta desconfianza en su eficacia. Un liderazgo que promete transformación, pero que aún no logra que los resultados sean palpables para todos.
Elegida con un 60% de los votos en junio de 2024 como la primera mujer en ocupar la Presidencia de México, Claudia Sheinbaum mantiene una aprobación popular excepcionalmente alta —alrededor del 70%, según encuestas recientes—, lo que la posiciona como una de las líderes más populares en un contexto global marcado por la erosión democrática y las tensiones geopolíticas.
Su estilo pragmático y mesurado contrasta con el carisma confrontativo de López Obrador, quien hizo de la polarización un método de control político.
Sin embargo, su gestión ha sido desigual.
Los avances en equidad social y diplomacia contrastan con los estancamientos estructurales en economía, seguridad y, desde luego, con el lastimoso retroceso de las instituciones democráticas.
El gobierno ha priorizado la expansión de los programas sociales heredados de AMLO, destinando más de 836 mil millones de pesos en 2025 a apoyos para adultos mayores, estudiantes, madres solteras y mujeres. (Para 2026 será casi un billón de pesos).
Esto ha contribuido a reducir la pobreza en algunos segmentos vulnerables, en sintonía con el lema “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Esta continuidad explica buena parte de su popularidad.
Sin embargo, sin una reforma fiscal que aumente los ingresos públicos, mantener esta política implica seguir desmantelando al Estado, eliminando organismos de contrapeso, reduciendo apoyos a partidos políticos, suprimiendo cargos de elección popular y comprometiendo la inversión en educación, salud y seguridad.
Así, el costo de los programas sociales podría terminar limitando la capacidad del gobierno para atender integralmente las necesidades de la población.
En materia de seguridad, hay indicadores alentadores.
Los homicidios dolosos bajaron a 23,917 en los primeros once meses de su mandato, frente a los 31,801 del mismo periodo bajo el gobierno anterior.
El aumento en detenciones y decomisos de fentanilo ha fortalecido la percepción de control estatal.
En colaboración con Estados Unidos, Sheinbaum ha manejado con habilidad la relación con Donald Trump, aceptando algunas exigencias —como el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera y extradiciones relevantes— sin ceder soberanía ni agravar tensiones diplomáticas.
Su diplomacia “de cabeza fría” ha evitado choques mayores y consolidado a México como un socio confiable.
No obstante, los contrastes persisten.
Las desapariciones aumentaron a casi 12,000 casos frente a los 9,500 del año previo, y la violencia en Sinaloa, desatada tras la captura de “El Mayo” Zambada, ha dejado más de 1,800 muertos, obligando incluso a cancelar las celebraciones del Día de la Independencia en ese estado.
En su mensaje, la Presidenta evitó referirse a los casos de corrupción documentados durante el sexenio anterior, ni al llamado “huachicol fiscal”, un esquema que ha drenado miles de millones de pesos del erario.
Aunque hay detenidos, los grandes responsables políticos siguen impunes.
En contraste, el gobierno mantiene su ofensiva contra el grupo Salinas Pliego por adeudos fiscales, mientras el verdadero saqueo, el del huachicol fiscal permanece en la sombra.
Sobre economía, Sheinbaum afirmó que “vamos bien”.
Sin embargo, Banxico proyecta un crecimiento de apenas 1.2%, una cifra modesta comparada con los años previos a 2018, cuando la economía crecía en promedio al 2.2%.
El Banco Mundial prevé, para el cierre de este año, un crecimiento aún menor, de 0.5%, y el FMI lo sitúa en 1.0% del PIB.
Curiosamente, las mismas tasas que antes Morena consideraba “ridículas” ahora son presentadas como logros.
Como en toda celebración oficial, hubo silencios incómodos.
No se mencionó la violencia impune del 2 de octubre, que aún mantiene a 16 policías capitalinos hospitalizados.
Tampoco se abordó la crisis ambiental, la precarización laboral ni los rezagos educativos que persisten tras la pandemia.
El primer año de Claudia Sheinbaum refleja, como un espejo, las dos caras del país: la de los avances en justicia social y estabilidad política, y la de los pendientes que erosionan la confianza pública.
México avanza, sí, pero con paso desigual.
Si en su segundo año logra convertir la estabilidad en resultados tangibles —más seguridad, mejor educación, inversión sostenida y fortalecimiento institucional—, podrá afirmar que ha iniciado realmente su propio proyecto de nación.