El futuro, contradicciones autocráticas, y la era de la posverdad

Carlos Chavarría DETONA® Las contradicciones implícitas en mantener la apariencia democrática cuando en realidad se vive bajo un régimen autocrático o iliberal, siempre serán el principal obstáculo para abordar el futuro profundo.
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Esto se debe a que el oligopolio político que detenta el poder lucha incansablemente por mantener el statu quo que conviene a sus propósitos de control, a menudo a través de la gestión de la mentira y la polarización.

Cualquier modelo de futuro deseado que aspire a convertirse en causa y motor de la acción colectiva, por fuerza debe inscribirse en términos de derecho y ética para evitar ser arrastrado por la vorágine de la política y el poder real.

La relación simbiótica y a menudo tensa entre derecho y poder ha sido un tema central, lamentando la tradicional falta de comunicación entre politólogos y juristas.

 

El reto de "congelar la política" (Serrano, E., 2011) en preceptos legales reside en que también se congelan y se hacen permanentes todas las incongruencias y contradicciones negociadas entre partes en algún momento pretérito, en una búsqueda precaria de equilibrio.

Ejemplos de esto son las reformas judiciales negociadas que, lejos de fortalecer la justicia, buscan asegurar la inmunidad o la influencia de los poderes fácticos.

Hoy día, es la narrativa el campo de batalla predilecto, los agentes políticos y sociales construyen y luchan por emblemas que luego, al alcanzar el poder, no solo abominan, sino que activamente debilitan.

Cuando se concentra el poder en una sola entidad en nombre de la justicia o la "voluntad popular", se incurre en la contradicción básica de toda autocracia contra los fundamentos éticos de un sistema de pesos y contrapesos.

Esta no es una simple hipocresía, es la administración calculada de la incongruencia en la era de la posverdad.

La disolución de las oposiciones políticas mediante negociaciones convenientes no solo anula el debate como mecanismo de construcción de un futuro consensuado, sino que condena a la política a un papel cínico, atrapada entre la contradicción abierta y la codicia personal.

El bien común sucumbe ante la estulticia más abyecta, operada como propaganda y narrativa desde las esferas del poder.

 

Esta política atrapada en la contradicción y el cinismo es, por definición, una "falsa política" que imposibilita la creación de confianza. 

Se caracteriza por la manipulación a través de discursos de esperanza que giran en torno a soluciones grandiosas, sin embargo, estas propuestas solo atacan los síntomas de los problemas sociales profundos, nunca sus causas estructurales.

La consecuencia más típica de esta época es la proposición de fantasías políticas, proyectos inviables, ineficientes o insostenibles, cuya única función es mantener la ilusión de acción y el control narrativo, condenando a la sociedad a la desilusión crónica y la inacción real.

Frente a este vacío de confianza, la respuesta preferida de los líderes mundiales ha sido la teatralización. 

Apelando a la corta memoria histórica que padece la humanidad, crean burbujas discursivas de muy alta emotividad política, diseñadas para movilizar el sentimiento y distraer del fondo estructural del problema.

Estas narrativas emocionales son rápidamente sustituidas por nuevas y diferentes burbujas cuando su efecto se desgasta, manteniendo el ciclo de distracción constante, pero operando siempre bajo la misma lógica de falsa política.

La negación de la crisis de confianza y el estancamiento global post-2008.

El mundo está atrapado en una crisis de confianza que parece ser ignorada por la mayoría de los líderes políticos, desde la crisis de la hipoteca subprime de 2008, la economía mundial ha permanecido estancada, y la respuesta escogida para salir adelante ha sido el agenciamiento basado en el uso selectivo del poder y, en ocasiones, la violencia económica

La autocracia, tanto política como corporativa, busca capturar excedentes mediante la fuerza o la manipulación regulatoria, en lugar de a través de la innovación, la eficiencia o la productividad.

Esta estrategia de saqueo, disfrazada de política económica, destruye cualquier base para la inversión a largo plazo y confirma la desconfianza ciudadana en un sistema que prioriza la captura de rentas sobre el bienestar colectivo.

La teoría nos dicta que la ética debe ser el sustrato de todo pensamiento y acción, pero la humanidad ha preferido históricamente vivir bajo la energía del impulso irracional más que bajo la racionalidad, lo cual acelera la degeneración del sistema democrático.

 

En su "Elogio de la Locura", Erasmo de Rotterdam ya hacía una relación de las "ventajas" de la Estulticia (necedad) sobre la Razón, señalando la felicidad que embriaga a los hombres arropados por ella, incluyendo gobernantes y eclesiásticos.

La crítica de Erasmo atacaba la contradicción de quienes, ocupando oficios importantes en la sociedad, seguían intereses personales —egoísmo, soberbia, codicia— que poco tenían que ver con la naturaleza de su cargo.

Esta figura histórica resuena hoy, la autocracia moderna viste la estulticia como virtud política, vendiendo la simplicidad, el ataque a la élite intelectual y la emoción visceral como la forma más pura de gobernanza.

Las contradicciones en la sociedad se han sofisticado en el entorno digital:
  1. Ciencia y Posverdad: El conocimiento científico es para el beneficio de la humanidad, pero su dispersión se enfrenta ahora no solo al utilitarismo comercial, sino a la proliferación organizada de la desinformación (fake news), haciendo imposible la incorporación de un conocimiento internalizado y explícito para la toma de decisiones colectivas.
  2. Estado y Transparencia: El estado fue creado para el bien común, pero los instrumentos de gobernanza son manejados desde el ocultamiento y la manipulación algorítmica de la transparencia según los intereses del momento, se ha abandonado la defensa de la verdad objetiva.
  3. Democracia Iliberal: Redujimos la democracia a su componente electoral, suponiendo que los electos servirían a la comunidad, la realidad muestra que estamos a merced de la buena voluntad de funcionarios que, a través de la constante erosión institucional, transforman la democracia liberal en una democracia contra liberal, donde las reglas del juego se cambian para perpetuar un proyecto político único.

La contradicción suprema de la política autocrática sigue siendo su atentado contra la piedra angular de la civilización, la libertad.

Sin una libertad plena "para" crear y una libertad "de" coerción, es imposible construir un futuro preferible, pues para hacerlo es necesario confrontar los términos sociales con los malabares y subterfugios que el político debe hacer para mantener ocultas sus incongruencias bajo una apariencia que atenta abiertamente contra el racionalismo.

La advertencia de Ermanno Vitale (2012) cobra hoy una relevancia digital y global. 

“Por más consolidadas que estén las instituciones de garantía, siempre queda la posibilidad de la confusión y el sometimiento del controlador al controlado. De igual forma, sigue existiendo la posibilidad de que otros poderes sociales se hagan tan fuertes que sean, por decirlo de alguna manera [constitucionalmente inmunes], sustrayéndose en la práctica a cualquier forma de control eficaz y sobrepasando impunemente los límites que les imponen las normas fundamentales”. Ermanno Vitale, Defenderse del Poder, 2012
https://vimeo.com/1115590494
https://vimeo.com/1115590526
https://vimeo.com/1015118818
Carlos Chavarría

Ingeniero químico e ingeniero industrial, co-autor del libro "Transporte Metropolitano de Monterrey, Análisis y Solución de un Viejo Problema", con maestría en Ingeniería Industrial y diplomado en Administración de Medios de Transporte.