La crisis del sargento Matute
Esta semana ha sido la peor que ha vivido la presidenta Claudia Sheinbaum en materia de seguridad.
No porque hayan sucedido eventos de envergadura mayor a los que ha venido arrastrando durante todo su sexenio, sino porque dos acontecimientos de alto impacto marcarán a su gobierno.
El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, y la forma en que una persona pudo acercarse tanto a la presidenta que se convirtió en acoso y tocamientos inaceptables, como mujer y por su investidura. Ambos mostraron huecos y fallas en su estrategia de seguridad.
Los incidentes pudieron haberse evitado, pero la desesperada búsqueda de encontrar la culpa en Felipe Calderón y Genaro García Luna, a 13 años de haber terminado su gobierno, refleja el reconocimiento implícito de que su estrategia de seguridad está haciendo agua.
Y continuará hundiéndose, aunque, pese a las fallas evidentes, no hay responsables ni sanciones, la incapacidad se premia con el perdón y el olvido.
La presidenta vivió por unos segundos la vulnerabilidad que viven miles en México, y la manera en que la vida puede irse en un pestañeo.
Fue fortuito que una persona llena de malas costumbres y que arrastra lo peor de nuestra cultura machista hubiera estado tan borrada que, cuando se le acercó y la acosó sexualmente, no tenía otra intención que abusar de una mujer.
Pero la forma en que se le aproximó por la espalda no es un tema menor, como lo ha minimizado y encapsulado en el legítimo tema de lo que viven a diario miles de mujeres.
Lo que sucedió como hecho-riesgo, para efectos prácticos, fue el momento más difícil que ha vivido un presidente mexicano desde que el EPR intentó secuestrar a Ernesto Zedillo a mediados de los 90.
No pasó al ámbito de una crisis de seguridad nacional lo que sucedió con Sheinbaum porque no había intención de causarle un daño físico con implicaciones políticas, pero, si lo vemos de manera contrafactual, el ataque/asesinato de un jefe de Estado provoca un severo impacto político y económico, con consecuencias directas para el país y sus gobernados.
Diferentes variables pueden suceder, incluso todas a la vez.
- Inestabilidad política y, en países sin robustez, crisis institucional.
- Inestabilidad por el vacío de poder que se crea.
- Devaluación de la moneda y fuga de capitales, acompañada de la pérdida de confianza en los mercados y de los inversionistas, que llevan a una crisis económica, contracción del PIB y alteración en los mercados.
En una situación tan polarizada, como se apreció en la sociedad política con este episodio, donde el debate era si había sido un momento real o un montaje, el proceso legal de sustitución sería una carnicería donde la incertidumbre nos ahogaría a todos.
Lo que sucedió no fue culpa de ella, pero sí su responsabilidad.
No estamos hablando de lo que le sucedió como mujer, que tiene distinta interpretación donde ella es víctima, hablamos de su responsabilidad como jefa de Estado, porque, a diferencia de Manzo, que estaba en la intemperie, Sheinbaum sí tenía en las manos los instrumentos para evitar que una eventualidad se convirtiera en un problema nacional.
Sheinbaum heredó del expresidente Andrés Manuel López Obrador el invento de una “ayudantía” de chocolate que reemplazó al Estado Mayor Presidencial, aduciendo que mantenerlo era tirar el dinero.
Incluso, el director de la “ayudantía” también se quedó con ella, Juan José Ramírez, subordinado de Daniel Asaf, el modelo de este grupo de improvisados era un conjunto de personas que proveen la seguridad.
López Obrador tuvo problemas y situaciones difíciles, pero nunca como Sheinbaum.
La espalda de la presidenta nunca estuvo protegida por uno o dos, mejor, elementos de seguridad, para evitar precisamente lo que sucedió: una aproximación por detrás sin que ella se diera cuenta y pudiera reaccionar –hasta que lo tuvo encima–.
Ramírez, que es quien se ve en el video tomando fotografías o videograbándola, era el único de la “ayudantía” cerca de ella, pero fue incapaz de reaccionar como lo haría una persona entrenada: saltar y taclear a la persona que se acercaba a ella por la espalda.
En lugar de ello, siguió videograbando con una mano, mientras que con la otra trataba de separarlo, Sheinbaum, con sus recursos y manos, fue quien se deshizo del acosador.
Ramírez no fue el único que mostró su incompetencia, sino el grupo de la Sección Octava del Ejército, que tiene la seguridad periférica de la presidenta.
Ninguno de ellos detectó que había una persona borracha o con comportamientos raros cercana a la presidenta, para impedir que la siguiera y se le acercara.
No lo vigilaron, pasó enfrente o entre ellos, sin problema, si Ramírez debió haber sido cesado por incapaz, los militares tienen otras normas, tendrían que estar encarcelados por haber puesto en riesgo la seguridad de la presidenta.
Fueron dos fallas consecutivas de los militares.
La primera fue el sábado, cuando Manzo, que estaba bajo su vigilancia, fue asesinado.
El secretario de la Defensa, general Ricardo Trevilla, dijo que 14 guardias nacionales tenían su seguridad periférica, porque la personal la tenía una escolta seleccionada por el alcalde.
El secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, dijo el domingo que la protección federal se había elevado, lo cual sólo se hace tras una evaluación sobre los riesgos que corre.
Como autoridades federales, si sabían que su vida estaba en peligro, debieron haber impedido que fuera a un evento público donde protegerlo era casi imposible.
Tampoco sabemos si también había policía estatal protegiéndolo, como sería normal, como parte de un segundo anillo de seguridad.
No funcionó el aparato de inteligencia de García Harfuch, al que le pasó de noche la planeación del crimen, pese a que dos semanas antes habían asesinado en Apatzingán al líder de los limoneros, Bernardo Bravo, que no estaba marcado como objetivo de alto riesgo como Manzo.
Desconocemos si hubo cadena de custodia del arma o detalles de los peritajes, si al asesino lo mataron los escoltas de Manzo mientras disparaba o ya estaba sometido, y dónde estaban los militares.
Estamos en la oscuridad.
Lo único que informan es el parte policial del día, de los muchos detenidos, de los decomisos, para presumir eficiencia.
