Renuncia silenciosa

En Estados Unidos, durante el cierre del año 2021 se identificó que 2.5 millones de personas trabajadoras renunciaron a su trabajo sin ser coaccionados.

Derivado del confinamiento ocasionado por la pandemia, la cultura laboral fue sacudida decisivamente, las necesidades de continuar trabajando, de mantener o evitar impactos negativos en la productividad, obligó a muchas empresas y actividades productivas, a acelerar su transición digital y echar mano del home office como estrategia para reactivar la economía.

Uno de los resultados subyacentes causados por la pandemia y el agotamiento del esfuerzo personal, fue considerar que el trabajo es importante, pero no tanto como para colocarlo por encima de la familia o de los planes personales.

En Estados Unidos, durante el cierre del año 2021 se identificó que 2.5 millones de personas trabajadoras renunciaron a su trabajo sin ser coaccionados.

Ese número indica que los cambios del modelo de trabajo y el retorno a las oficinas o centros de trabajo, consideraron que no existían las condiciones sobre la seguridad de un retorno al trabajo presencial, o detectaron conductas tóxicas y de abuso que minaban su energía y salud mental.

Todas estas circunstancias laborales e inconformidades se suman a un movimiento identificado desde hace más de 20 años, el #occupy, que alrededor del mundo manifestaba la gran frustración que desborda a amplios sectores sociales, ello como resultado de observar que hoy en día, cuando el mundo genera amplios márgenes de riqueza y valor, estos se concentran cada vez más en pocas manos.

Lo anterior causa un sentimiento de frustración y enojo, ya que muchas personas trabajadoras se afanan en sus labores y proyectos de vida y dicha dedicación no se ve reflejada en mejores condiciones de vida.

Esto se ha convertido en algo que ha sido denominado como la renuncia silenciosa.

Es decir, una apatía, falta de compromiso o iniciativa para el cumplimiento de las tareas asignadas, donde las personas se limitan a realizar las tareas que le han sido asignadas, la actitud del mínimo esfuerzo en el trabajo; es decir, sin dar un extra.

Los expertos indican que en México es una bomba de tiempo que está a punto de estallar.

De acuerdo con el Termómetro Laboral de OCC Mundial, al menos el 34% de la población trabajadora del país se limitaría a hacer únicamente lo que le corresponde en su puesto sin ninguna aportación adicional, con tal de cuidar su salud mental, priorizando su vida personal.

Según la encuesta de OCC Mundial, el 43% de las personas afirma que el máximo esfuerzo no garantiza un ascenso en las empresas o un incremento salarial, una percepción que desmotiva a las personas a dar el extra.

En tanto, otro 54% opina que aportar nuevas ideas al negocio o experimentar otras soluciones o estrategias para mejorar la rentabilidad, son acciones que no se valoran en las organizaciones.

Ello ha levantado críticas sobre la falta de compromiso, lo poco profesional que ello implica al desarrollar al mínimo las tareas que han sido encomendadas, pero también revela la insatisfacción y frustración que supone ya no sólo poder integrar un patrimonio, sino que muchas veces el compromiso y responsabilidad mostrados no reditúan en mejoras económica y ascensos laborales, por lo que el modelo meritocrático se enfrenta a un serio cuestionamiento.

La pandemia trastocó todos los ámbitos de nuestra vida, modificó hábitos y puso de relieve la importancia que dábamos a aspectos de nuestra vida, como lo es el trabajo, el cual por los compromisos y responsabilidades, así como lo primordial que parece se pensaba que era muy importante, incluso por encima de las relaciones familiares y sociales.

Ello implica redimensionar la cultura laboral, en un contexto de polarización, frustración y una creciente desigualdad, por lo que valdría la pena revisar los modelos de generación y distribución del valor y la riqueza.

La denominada Reforma Laboral supone el aumento de días de vacaciones, disminución de horas de trabajo, días de paternidad, espacios recreativos en el trabajo y acabar con malas prácticas patronales.

Cuando la parte contratante entienda estas necesidades de nuestros días se estará haciendo algo muy sutil, pero necesario para detener la renuncia silenciosa y se comenzará a atender las necesidades de ambiente de trabajo, las que ahora se piden no vía sindicatos, sino por acciones individuales del talento laboral.

Alberto Martínez Romero

Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM. Tiene un MBA por la Universidad Tec Milenio y cuenta con dos especialidades, en Mercadotecnia y en periodismo de investigación por el Tec de Monterrey. Tiene diversas diplomaturas en Habilidades Gerenciales por la Universidad Iberoamericana y se ha especializado en Relaciones Públicas y Atención de Crisis en Comunicación. Ha sido reportero y editor en medios como Reforma y El Universal. Fue corresponsal en Centroamérica para Reforma y Notimex. Colaboró en la realización del libro “La Huelga del Fin del Mundo”, de Hortensia Moreno y Carlos Amador, primer libro que se escribió sobre la huelga estudiantil de 10 meses en la UNAM en 1999.