Siete Puntos

¿Rezar por los victimarios?

Ellos también necesitan no de nuestros abrazos, pero sí de nuestros rezos.
1.

El profesor de educación física en una escuela abusó de unos niños al terminar las sesiones de gimnasia. La institución educativa informó a las autoridades, aunque los padres de los menores no quisieron levantar la denuncia. De cualquier manera, y gracias a la intervención de la Fiscalía Especializada en Abuso Infantil, el mentor fue a dar a la cárcel. Sin embargo, algunos familiares no quedaron satisfechos.

“¿Qué más quieren? -les dijo el juez- Ya está en prisión”.

“¡Que lo violen!”, dijo una de las tías más enojadas.

“¡No! -intervino otra- ¡Que lo maten!”.

2.
Es explicable tal grado de rabia.

Agredir a un niño es, quizá, lo más degradante que puede hacer un delincuente, pues marcará a la víctima para toda la vida. En muchos casos, las terapias y el acompañamiento cariñoso de los seres queridos logran que las heridas cicatricen, pero nunca desaparecen. En otros, el trauma será permanente.

De ahí que se le desee lo peor al criminal. Es tanto el dolor y la indignación que el deseo de venganza está a flor de piel. Sin embargo, humana y. cristianamente no es justificable un desquite semejante.
3.

Desde la perspectiva humana no se puede actuar de esa manera: vulnera el estado de derecho. Y es que, aunque no nos guste, los infractores tienen que ser juzgados conforme a las leyes, y recibir las penas establecidas en sus códigos.

Si cada quien hace justicia por propia mano quizá, sí, se saciaría la sed de revancha -de manera momentánea, porque nada hay que termine con ella de forma definitiva-, pero se prestaría para agresiones todavía mayores.

No en balde los judíos veterotestamentarios seguían el “ojo por ojo y diente por diente”.

4.
El horizonte cristiano es todavía más exigente, pues no sólo requiere superar la recomendación de no excederse en la respuesta a la agresión, sino en perdonarla.

Es por ello que para los discípulos de Jesucristo resultó tan difícil su mensaje: a los enemigos no sólo hay que perdonarlos, sino amarlos.

Quienes nos decimos sus seguidores hemos matizado muchísimo esta consigna, y damos saltos mortales para vivirla. Pero la radicalidad del mensaje no acepta gradaciones ni medias tintas: es anticristiano tomar represalias.

5.

Es por ello que, pese a la molestia de algunos fieles, los obispos católicos de México nos invitaron el pasado domingo a rezar por los victimarios, en el marco de la Jornada de Oración por la Paz, que se llevó a cabo durante el mes de julio.

“Pedir por los sacerdotes y fieles asesinados, por sus familiares y amigos, y por la paz en el país está muy bien -me decía una señora, asistente frecuente a las misas dominicales de Catedral-. Pero: ¿por los victimarios?”, remataba sorprendida, sugiriendo que ellos no merecen nuestras plegarias.

6.

Pues sí.

También necesitan no de nuestros abrazos, pero sí de nuestros rezos.

Y hemos orado por ellos pero para que se conviertan, y dejen atrás las actividades que no pueden considerarse como un trabajo más, ni ellos llamarse comerciantes. Han inundado de sangre al país, han acabado con la vida de gente inocente, han segado las aspiraciones de muchos jóvenes, han llenado de sombras el cielo mexicano.

Sí. Tenemos que pedir por ellos, pero para que cambien de vida, y dejen atrás la muerte que dispersan a lo largo y ancho de nuestros pueblos.
7.

Cierre icónico.

Pues la noche del martes mataron a otro reportero, en San Luis de la Paz, Guanajuato.

Ya van 13 comunicadores asesinados en lo que va del año. Esperemos el caudal de declaraciones como: se investigará a fondo, el delito no quedará impune, se redoblará la vigilancia al gremio, se garantizarán condiciones de seguridad para que ejerzan su trabajo sin miedo, se llegará hasta las últimas consecuencias y un largo etcétera.

Ah, y de seguro se re-victimizará al asesinado. Así se protege este oficio en México.

Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).