¡Conteste el teléfono, por favor!
1.
En 1844 Marx y Engels escribieron La Sagrada Familia, título sarcástico con el que se referían a los jóvenes hegelianos, en especial, a los hermanos Bauer -Bruno y Edgar-, otrora grandes amigos y compañeros de parranda en Bonn, Alemania.
El texto, en el que criticaban de manera fogosa a los discípulos de Hegel que se corrieron hacia la derecha, encolerizó a Bruno, quien acusó a sus autores de traición, y les respondió en un artículo periodístico… ¡hasta el año siguiente!
Así estaban las comunicaciones de la época pues las cartas se transportaban en carretas de caballos o…
2.
… en buques postales cuando el receptor de la misiva estaba en la otra orilla del océano.
Obvio. Tardaban meses en llegar a su destino. Pero apareció Graham Bell, quien patentó el teléfono 30 años después, y la dinámica comunicativa cambió para siempre, acelerando de manera progresiva la interacción en las personas.
Del auricular fijo se pasó al móvil, en 1973, pero comercializado masivamente hasta fines del siglo pasado. En 2009 hizo su aparición WhatsApp, que revolucionó el intercambio de mensajes.
Se volvía a escribir, como en las epístolas…
3.
… del pasado, pero de manera electrónica, y no sobre un papel
La cereza que coronó este pastel comunicativo, y que tuvo su punto culminante durante la pandemia, fue el Zoom, cuyo lanzamiento inicial ya se había dado desde el 2013, y favoreció las videollamadas que sustituyeron las clases escolares y las juntas de trabajo presenciales, para arrojarnos al mundo virtual.
Tanto invento, tal explosión tecnológica: ¿ha servido para que los seres humanos nos comuniquemos mejor? Como cualquier fenómeno social, tiene sus luces y sus sombras.
4.
En primer lugar, y gracias sobre todo al celular, nuestros niveles de contacto personal se han incrementado notablemente.
Si antes teníamos que acudir al aparato fijo en un escritorio para iniciar una llamada, hoy la podemos realizar caminando en el parque, manejando el automóvil -aunque esté prohibido-, y hasta en medio de una reunión de negocios o en una misa.
El celular es ayuda valiosísima en caso de algún accidente, y salir sin él a la calle nos provoca un ataque de ansiedad:
Se ha convertido en una prótesis no sólo corporal, sino ya existencial
5.
Pero, paradojas de la vida, a mayor vínculo cibernético menor lazo personal
Nuestros ojos pasan horas frente a la pantalla telefónica, y se cierran ante la faz de los demás. Casi nos morimos si se va la señal de internet, pero no nos angustia de la misma manera la lejanía de un ser querido. No batallamos para dialogar, vía remota, con un compañero de trabajo que está en Beijing, pero ignoramos a quien comparte con nosotros la oficina.
Mientras más facilidades tenemos para charlar con nuestros semejantes, menos nos acercamos a ellos de manera presencial.
6.
Pero tal abundancia de plataformas ha generado una saturación de mensajes.
Es habitual escuchar teléfonos fijos que nunca son contestados, en oficinas de gobierno y de parroquias, y apagar el celular es un signo de empoderamiento, un lujo, que sólo personas en verdad poderosas se pueden dar.
Seleccionamos a quien le concedemos el privilegio de nuestra respuesta, y contestar una llamada o un mensaje se ha vuelto un verdadero gesto de cortesía. Ojalá usted esté entre las personas -cada vez son menos- que atienden a nuestras solicitudes telefónicas.
7.
Cierre icónico
Ayer se presentó la tercera edición, esta sí corregida y aumentada, de mi libro El Evangelio de Monterrey… en la pandemia. La historia de Jesucristo Villarreal Rodríguez, cuya primera publicación fue en el 2001.
Me hicieron el honor de presentarlo Consuelo Bañuelos Lozano, Luis Eduardo Villarreal Ríos, Hugo Valdés Manríquez y el Sr. arzobispo Don Rogelio Cabrera López.
El texto está disponible en la Curia de la Arquidiócesis, 81-11-58-24-50
Como lo menciono en el preludio a la tercera edición: “Disfrute la narración. Yo lo hice al escribirla”.