El antiyanquismo de la 4T
Quienes participaron en la destrucción de comercios fueron contratados para montar una peligrosa obra de teatro con un solo propósito: incitar xenofobia.
Ni los manifestantes eran vecinos de ahí, ni entendían el sentido de sus consignas.
La pinta dominante era:
¡Fuera gringos! ¡Lárgate a tu casa! ¡Aquí se habla español!
La protesta contra la gentrificación quedó al margen.
Dominó el grito racista contra los estadounidenses que han llegado a vivir en la zona.
La instrucción era obvia: hacer ver a Estados Unidos como el enemigo.
Ni una palabra contra los franceses, alemanes, asiáticos o españoles que también rentan ahí.
Las pintas en vidrios y fachadas, las leyendas escritas en cartulinas y camisetas buscaban iniciar una guerra contra la presencia estadounidense.
Aparece la “movilización antiyanqui” de la colonia Condesa cuando en los sectores más radicales de Morena crece el temor de que Washington presente pruebas contundentes sobre la complicidad que existía entre los cárteles y el gobierno de López Obrador.
Los morenistas buscan agitar a las masas para salir a la defensa de su mesías.
Saben que un video, un audio o la declaración pública de un Ovidio enterraría para siempre el prestigio de quien se disfrazó de Robin Hood para asaltar las arcas y destruir la democracia.
Sheinbaum se ha visto obligada a desvincularse de los agitadores profesionales que organizaron la marcha.
El antiyanquismo representa, en este momento, una pócima venenosa para el gobierno.
La muerte de un ciudadano norteamericano por razones de odio, tendría consecuencias para México.
Basta ver la advertencia que hizo el Departamento de Seguridad, casi de inmediato, a los manifestantes para entender que Estados Unidos tiene la lupa puesta sobre el país y que leyó el “¡go home!” no como un grito espontáneo sino como una acción orquestada.
El “¡Fuera gringos!” y el repugnante insulto “¡Odio a los negros como tú!”
De una modelo argentina a un policía de tránsito deben ser motivos para que la presidenta Sheinbaum ponga un alto a la retórica de odio, de resentimiento y discordia que se lanza todos los días en las “mañaneras” desde hace siete años.
Las palabras tienen peso, consecuencias y significado.