El INE (¡sacado de onda!) en su laberinto
No es lo anterior, por cierto, noticia nueva.
La discusión respecto de las reglas mediante las cuales se rige la competencia por el poder público, en democracia, ha sido permanente.
Pero a últimas fechas la realidad ha venido a peor, pues hemos vuelto a discutir temas sobre los cuales ya habíamos dado vuelta a la página.
Uno de los rubros en los cuales estamos reeditando discusiones aparentemente zanjadas es el relativo a la era de los “órganos autónomos”, una fórmula a la cual acudimos -a principios del presente siglo- para rescatar aspectos específicos de la vida pública cuyo deterioro daba cuenta de cómo el modelo priista de ejercicio del poder se precipitaba clara y rápidamente por el tobogán de la decadencia.
Así, decidimos ciudadanizar espacios clave, colocando al frente de estos a perfiles surgidos de la academia, el periodismo y el activismo, cuyo prestigio sería capaz de rescatar la confianza ciudadana, indispensable para evitar un mayor deterioro de la vida social y, eventualmente, su colapso.
La más exitosa de esas fórmulas fué, a no dudarlo, la ciudadanización de los órganos electorales.
Quitar de las manos del Poder Ejecutivo la organización de los comicios dio paso a un proceso hasta entonces impensable: la pavimentación del camino hacia la alternancia en el poder presidencial. Con ello se inauguró la denominada “transición a la democracia”.
No es casual ver cómo en los estudios demoscópicos -todavía hoy- el INE -antes IFE- aparece como una de las instituciones en las cuales la ciudadanía más confía.
Se trata del resultado inevitable del trabajo, el tesón y la dedicación de sucesivas generaciones de ciudadanos comprometidos con los valores esenciales de la democracia, quienes comprendieron la relevancia de la tarea para la cual fueron convocados y asumieron el reto de construir un sistema de elecciones cuyos resultados fueran creíbles.
Por desgracia, en los últimos años han venido cayendo, una a una, las instituciones construidas para huir de la trampa de la “dictadura perfecta” -Mario Vargas Llosa dixit.
Y, para mayor desgracia, hoy vemos cómo el INE va camino a la decadencia empujado, con energías dignas de mejores causas, por quienes conforman su propio Consejo General.
El ejemplo perfecto de cómo la institución insignia de la transición democrática mexicana se encamina hacia el naufragio lo atestiguamos el pasado viernes, durante la sesión en la cual sus 11 integrantes consejeros debieron designar a 44 personas para integrarse a los consejos generales de los órganos electorales locales de 17 entidades del país… y fracasaron en el cumplimiento de su deber.
Su incapacidad para construir consensos provocó un hecho inédito en la historia de los concursos de este tipo: más de un tercio de las posiciones -16 de las 44- fueron declaradas “desiertas”, es decir, deberán ser sometidas a un nuevo concurso para ver si es posible encontrar personas capaces de “llenarles el ojo” al menos a ocho integrante del Consejo General del INE.
Para dimensionar: en toda la historia de los concursos desarrollados desde 2015, cuando la facultad de designación de las consejerías de los órganos locales fue trasladada al INE, se habían declarado desiertos los concursos para 17 puestos. En una sola sesión, casi se igualó la cifra.
Y no fue, lo confesaron al menos dos de los consejeros del INE, por falta de candidaturas con méritos suficientes para ocupar los cargos.
Las cifras, repetidas como argumento auto inculpatorio a lo largo de la sesión, son demoledoras: al concurso acudieron casi 2 mil personas, de las cuales a poco más de mil 700 se les aplicó el examen de conocimientos, al cual sobrevivieron 521 aspirantes.
Luego vino el ensayo, tras el cual 117 de los participantes superaron todas las pruebas objetivas.
Y fue ahí donde el asunto naufragó, como lo ha hecho en varias ocasiones ya.
Porque llegados al terreno de la subjetividad, quienes integran el Consejo General del INE no dudan en trasladarse rápidamente al terreno de lo absurdo.
Así, lo ocurrido la noche del viernes se explica a partir de un hecho puntual: el mecanismo de selección actual ha devenido peor al anterior, cuando los congresos estatales tenían la facultad de designación de las consejerías de los órganos electorales locales.
Y es así porque los 11 “notables” del INE han terminado infectados por los vicios de los cuales su independencia “ciudadana” debería alejarlos.
Fueron incapaces de cumplir con su deber porque se convirtieron en políticos vulgares dedicados al intercambio de estampitas para favorecer a los grupos de poder a los cuales se encuentran adscritos… aunque lo nieguen.
