El Waterloo de Jaime Rodríguez Calderón
Ha pasado a la historia como un gobernado gris. Como muchos de su partido. A pesar de su supuesta independencia y lealtad con quienes menos tienen.
Jaime Rodríguez Calderón se esconde de cada uno de quienes sufragaron por su fórmula. Incluso repitió el mismo mensaje de la independencia nacional del año pasado. Apático y doliente, en el bunker de García, NL, sus guaruras lo observan abatido. Sabe de las inminentes auditorias. Limpiar la casa. Nuestros impuestos pagaron su salario. Eso lo sabemos. Un estipendio oneroso y alto. Enloqueció desde su asunción. Pensó en poder cambiar el sistema nacional de política. Forzó, de manera probada, a todos los secretarios y personal de primer nivel, para firmar la candidatura. Solo fincaron responsabilidades a los hilos más frágiles de toda la operación. Su carácter revoltoso impidió obras importantes durante su gestión. Poco y malo es el sello de Jaime. Intentó con los legisladores federales la compra de voluntad. No obtuvo incrementos solo ajustes al nivel de la inflación.
Jaime Rodríguez Calderón logrará concluir sus seis años de gobierno. Como no lo hizo Sócrates Rizzo García o Fernando Canales Clariond.
Se jugó una de sus últimas cartas en la jubilación de su madre política.