La degradación hermenéutica y el futuro

Carlos Chavarría DETONA® Estamos inmersos en un mundo donde el poder, ese sujeto esquivo, cuya natural propensión hacia el ocultamiento y la manipulación nos está metiendo en conflictos a cuyos efectos nadie puede sustraerse. Ni repetir la historia como tampoco recrearla a modo de la circunstancia de unos cuantos países parece ser una buena cimentación para el futuro.
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Nuestro futuro no requiere solo de proclamas emotivas o incendiarias, sino liderazgos perdurables no en razón de las armas, sino en directivas claras, inspiradoras y motivantes porque son realidad lograble y mejorada.

 Las banalidades y vaivenes de los pobres liderazgos visibles que actualmente marcan un ritmo asíncrono con la naturaleza y las sociedades, pretender frenar y en el mejor de los casos mantener el estado de las cosas, a pesar de que las abrumadoras evidencias de la necesidad de cambiar muchos de los rasgos de la supuesta modernidad corruptora bajo la que operamos.

 En un mundo donde la interpretación es clave para la comprensión y la toma de decisiones, un fenómeno preocupante y lamentablemente evidente que está en marcha y marca los tiempos que vivimos: la degeneración de la hermenéutica.

“La hermenéutica, en su esencia, explora la interpretación y comprensión de textos, fenómenos o situaciones.

La divergencia en la hermenéutica se refiere a la multiplicidad de interpretaciones posibles, mientras que la convergencia apunta a la búsqueda de un significado compartido o un consenso interpretativo.

Ambos aspectos son cruciales para el proceso hermenéutico, ya que la divergencia permite la riqueza y profundidad del análisis, mientras que la convergencia ayuda a establecer un entendimiento común” (Catoggio, Leandro Martín. 2007).

Foucault y la hermenéutica: convergencias y divergencias en torno a las prácticas sociales.

El poder lanza todo tipo de narrativas y discursos que no muestran por fuerza la realidad, sino llevarnos por el camino de la interpretación que resulta útil para maniobrar hacia sus propósitos pocas veces revelados.

Y aunque fueran explícitos se puede jugar con el lenguaje y representar lo que vaya bien con los fines de cada miembro del selecto club del poder.

La Iglesia Católica interpretó literalmente ciertos pasajes bíblicos (como Salmo 93:1, "El mundo está firmemente establecido, no será movido") que parecían indicar que la Tierra era el centro inmóvil del universo (modelo geocéntrico).

Cuando Galileo presentó evidencia científica (observaciones telescópicas) que apoyaban el modelo heliocéntrico de Copérnico (la Tierra gira alrededor del Sol), sus ideas fueron vistas como una contradicción directa de la verdad divina revelada en las Escrituras.

La Degeneración: Se privilegió una interpretación literal y rígida de textos religiosos sobre la observación empírica y el análisis científico.

No se aplicó una hermenéutica que considerara el género literario de los salmos (poesía, no tratados de astronomía) o la posibilidad de que la Biblia hablara en un lenguaje fenomenológico (cómo las cosas "parecen" desde la perspectiva humana) más que en un lenguaje científico preciso.

La autoridad eclesiástica impuso una interpretación teológica para mantener su poder y la visión del mundo establecida, silenciando una verdad científica emergente.

En consecuencia Galileo fue forzado a retractarse, su trabajo fue censurado, y el progreso científico fue obstaculizado por siglos, creando una brecha duradera entre la ciencia y la fe.

Los seres humanos tendemos a interpretar el mundo a favor de nuestras afirmaciones, eso no es novedad, pero ahora la pasmosa velocidad vertiginosa de la evolución de los fenómenos sociales.

Unida a las deficiencias en los procesos de información y comunicación, ha erosionado el rigor analítico y deliberativo que resulta esencial para una hermenéutica sólida.

Esa pérdida de contenido y valor del razonamiento se manifiesta de varias formas alarmantes, socavando nuestra capacidad para comprender el mundo de manera precisa.

 

En primer lugar, el reemplazo del análisis por la reacción inmediata domina el discurso.

El ritmo implacable de las redes sociales y el ciclo de noticias de 24 horas priorizan la reacción visceral por encima de la reflexión profunda.

No hay espacio para el análisis contextual, la verificación de fuentes o la consideración de múltiples perspectivas. 

 En 1956, el líder soviético Nikita Jrushchov pronunció una frase ante embajadores occidentales que fue traducida como "los enterraremos".

Aunque su intención real (y el contexto de la ideología marxista-leninista) era que el comunismo "sobreviviría" al capitalismo y lo vería perecer, la traducción literal y la interpretación en Occidente fue una amenaza directa de destrucción militar.

La Degeneración: Una mala traducción literal y una falta de comprensión contextual (lingüística y cultural-ideológica) por parte de los intérpretes y los medios de comunicación llevaron a una escalada de tensiones.

La frase se interpretó con un rigor fatalista, encajando perfectamente en la narrativa ya existente de la amenaza soviética inminente.

Contribuyó a la paranoia y la militarización de la Guerra Fría, con el riesgo constante de un conflicto nuclear.

Un tuit o un titular se interpreta al instante, y esa primera impresión, a menudo errónea o incompleta, se convierte en la "verdad" que se viraliza, sin importar su fundamento.

En segundo lugar, la perdida y  fragmentación severa del contexto. Textos y discursos se sacan de su contexto original de forma constante.

Frases aisladas, videos cortos o citas sin referencia se interpretan como verdades absolutas, sin considerar la obra completa, la intención del autor o las circunstancias en las que se produjo el mensaje.

Esta práctica se opone directamente a la esencia de la hermenéutica, que exige una inmersión profunda en el contexto para desentrañar el verdadero significado.

 

Además, la polarización y las burbujas de filtro amplifican la distorsión. Las personas interpretan la información a través de los lentes de sus propias creencias preexistentes y sesgos de confirmación.

Buscando activamente interpretaciones que refuercen lo que ya creen y descartando rápidamente aquellas que desafían su visión del mundo. 

 Los algoritmos de las plataformas digitales exacerban este fenómeno, creando cámaras de eco donde solo se exponen interpretaciones que ya concuerdan con las propias, limitando severamente la deliberación crítica y el encuentro con ideas diversas.

También contribuye a esta degeneración el desconocimiento del lenguaje y sus matices. La falta de un dominio profundo del lenguaje y sus sutilezas lleva a malinterpretaciones frecuentes.

La ironía, la metáfora o el humor son a menudo pasados por alto o tomados literalmente, empobreciendo la comprensión. Podrá ser divertido pero es una catástrofe para el pensamiento.

Este problema se agrava por el declive de la lectura profunda en favor del consumo de contenido superficial y de fácil digestión.

 

Por último, la subordinación de la verdad al interés político o económico representa la perversión más grave de la hermenéutica.

En lugar de buscar la interpretación más correcta y robusta, la hermenéutica se tuerce para justificar agendas preestablecidas.

Los textos se manipulan hasta que "dicen" lo que el intérprete quiere que digan para su propio beneficio, sacrificando el rigor en aras de la conveniencia.

Esta instrumentalización de la hermenéutica es una herramienta poderosa para el control y la manipulación.

 La falta de rigor en la interpretación y el análisis crítico se convierte en la fuente de narrativas nefastas que se imponen sobre la verdad de los hechos.

Es un ciclo vicioso en el que la desinformación no solo confunde, sino que dirige el curso de eventos globales.

Un ejemplo elocuente de esto es la crisis económica de las hipotecas subprime de 2008.

La verdad es que fue causada por una combinación de prácticas crediticias irresponsables, opaca ingeniería financiera, falta de regulación y una codicia generalizada en el sector financiero de países avanzados, particularmente Estados Unidos.

Sin embargo, para desviar la culpa de los verdaderos responsables, la narrativa dominante empezó a culpar a la globalización o a factores externos, como la competencia desleal o la pérdida de empleos por mano de obra barata.

Esta simplificación excesiva, que demoniza a un concepto complejo como la globalización, apela a sentimientos nacionalistas y a la resonancia emocional, imponiéndose sobre los hechos verificables.

Las consecuencias de alinear las decisiones políticas a narrativas falsas son desastrosas. Si la raíz de un problema se atribuye falsamente, las soluciones propuestas serán inherentemente equivocadas.

Por ejemplo, culpar a la globalización por la crisis financiera lleva a políticas de proteccionismo, guerras comerciales y cierre de fronteras

Estas medidas no solo no resuelven la vulnerabilidad interna de los sistemas financieros, sino que generan nuevos problemas como la reducción del crecimiento económico global, el aumento de precios para los consumidores y la inestabilidad geopolítica.

La toma de decisiones se aliena de la realidad, guiada por la popularidad y el eco de la narrativa, no por un diagnóstico preciso.

Lo más grave de esta degeneración es que estamos exponiendo al mundo a un futuro distópico simplemente para salvar la gran falacia de un sistema económico y monetario que ya no es sostenible.

Este sistema, basado en el crecimiento ilimitado impulsado por el consumo y la acumulación de capital, se ha convertido en un fin en sí mismo, más que un medio para el bienestar humano y planetario.

Las señales de este camino distópico son claras: crisis climática descontrolada, conflictos por recursos, desigualdad extrema, colapso social y una vigilancia digital creciente.

En lugar de concentrarnos en los cambios que, más temprano que tarde, deberán ser implantados —como una economía regenerativa, una redefinición de la "rentabilidad".

Una transición energética urgente, sistemas financieros resilientes, gobernanza colaborativa y una alfabetización crítica—, la inercia del poder y los intereses creados nos anclan al statu quo si no es que nos conducen por el camino de la regresión.

La degeneración de la hermenéutica es mucho más que un problema académico; es una crisis fundamental en cómo nuestras sociedades modernas procesan la información y construyen significados.
Recuperar el rigor analítico y deliberativo en nuestras conversaciones es esencial para la salud de nuestra civilización.
El reloj avanza, y la pregunta es si la humanidad elegirá la adaptación consciente y los cambios necesarios antes que la crisis inminente la obligue a ello, o si se hundirá en el futuro distópico que sus propias narrativas falsas están tejiendo.
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Carlos Chavarría

Ingeniero químico e ingeniero industrial, co-autor del libro "Transporte Metropolitano de Monterrey, Análisis y Solución de un Viejo Problema", con maestría en Ingeniería Industrial y diplomado en Administración de Medios de Transporte.