Opinión

La democracia en entredicho: cuando la política se vacía de contenido

Carlos Chavarría DETONA® Una frase atribuida al cómico estadounidense de los 1950`s, Groucho Marx refleja con gran claridad lo que ocurre en el mundo político de la actualidad: “…la política es demasiado importante como para dejársela a los políticos”.
https://vimeo.com/1091444957

Atravesamos por una época en la que ocurren dos fenómenos simultáneos, por una lado los problemas comunes a todos van en aumento y complejidad, y por otro, la política y la gobernación se degradan y muestran su incapacidad para atenderlos con eficacia.

Al mismo tiempo se construyen narrativas que requieren de un villano para cargar a alguien culpa de los fracasos de la gestión pública.

 No debemos perdernos, nada nuevo es que los políticos de todos los países nos obsequien con espectáculos diversos, empezando por  declaraciones sin sentido, contradicciones flagrantes contra sus  propios narrativas y dichos, sesiones parlamentarias que tienen más calor que luz intelectual, y hasta golpes y violencia de todo tipo. { https://www.xataka.com/magnet/las-13-peleas-violentas-entre-politicos-mas-epicas-de-la-historia}

 Ningún país escapa y es natural cuando buena parte de la contienda política es pasión, pero al mismo tiempo, en todas esas tonterías distractoras se esconde una realidad inobjetable, los partidos políticos se han convertido en agencias de colocaciones de leales incompetentes, como mejor de los casos, si no es que en clubes de sinvergüenzas. { https://ethic.es/2020/07/politica-espectaculo-la-intoxicacion-de-la-realidad/}

La política es la esencia de nuestra convivencia, el arte de gestionar los asuntos comunes, el conflicto  y el beneficio colectivo.

Sin embargo, en un mundo seudo democrático, donde el que gana, gana todo, y el que pierde, pierde todo, donde las decisiones se dictan desde el poder, la política se vuelve un mero instrumento al servicio de la élite, y la democracia se vacía de su significado. { https://esdepolitologos.com/la-politica-como-espectaculo-mediatizado/}

 Los políticos, cada vez más alejados de la sociedad, se encierran en sus burbujas doctrinarias y narrativas tácticas hechas a modo, y al llegar al poder, sucumben a la tentación populista.

Este populismo, que en sus orígenes parece democrático, rápidamente revela su naturaleza autoritaria: la de no querer soltar el poder aunque no se sepa qué hacer con él.

En este contexto, una nueva ola de populismos autoritarios barre el planeta, alimentada por tensiones que, aunque antiguas, se han intensificado en las últimas décadas.

En el corazón de este fenómeno se encuentra un conflicto perenne: la tensión entre la voluntad de los ciudadanos y los límites del constitucionalismo.

Si bien esta pugna ha existido siempre, se ha exacerbado desde los años 1980`s debido a tres factores principales.

Primero, la globalización ha generado una profunda fractura social, creando una división entre quienes se han beneficiado económica y culturalmente de un mundo interconectado y aquellos que han sufrido sus consecuencias negativas, esta brecha económica ha alimentado un resentimiento que se traduce en desconfianza hacia el sistema.

Segundo, la voz de la sociedad ha sido silenciada, los partidos tradicionales, especialmente aquellos que históricamente representaban a los menos privilegiados, han perdido su capacidad de conectar con la gente.

Los parlamentos, llenos de élites educadas y desconectadas, parecen ajenos a los desafíos cotidianos de la ciudadanía, esto ha provocado una sensación de abandono, donde la clase trabajadora siente que sus necesidades no son escuchadas ni atendidas por los políticos que se supone que los representan.

 

Tercero, la confianza en instituciones electas y no electas ha colapsado. Organismos como los bancos centrales, percibidos como agentes imparciales, son vistos ahora por la gente común como guardianes de un cosmopolitismo liberal.

Se les acusa de proteger los intereses del libre mercado y las fronteras abiertas, mientras ignoran el bienestar de la población nativa, esta desconfianza se suma al resentimiento alimentado hacia las élites, lo que hace que la gente común vea la política como un mero juego de poder entre grupos de élites, y no como un sistema diseñado para servirles.

 Estas divisiones no se limitan a cuestiones específicas como la migración o el comercio, sino que se manifiestan en una polarización afectiva, un choque emocional entre la democracia liberal y las élites políticas.

Los populistas autoritarios capitalizan esta polarización usando tres estrategias clave para ganar y mantener la lealtad pública.

 

La primera es el liderazgo carismático.

Líderes como , Javier Milei, Maduro, López Obrador, Viktor Orbán, Recep Tayyip Erdoğan, Jair Bolsonaro, Lula, y muchos más, se presentan como figuras ajenas al sistema que encarnan la voluntad del pueblo y lo protegen de supuestas amenazas.

Forjan un vínculo personal y emocional con sus seguidores, un lazo tan fuerte que se basa en la identidad y en narrativas convincentes a modo. Sin embargo, esta autoridad es inestable, pues depende de la habilidad única del líder y esta  no puede ser heredada.

La segunda estrategia es la propaganda.

Los regímenes autoritarios usan los medios de comunicación y la retórica estatal para influir en la percepción pública, manipular el pensamiento,  sofocar la disidencia y mantener su legitimidad.

A través de la manipulación de narrativas, se refuerza la idea de un gobierno fuerte y eficaz, y se desvía la atención de las críticas; la propaganda no solo busca persuadir, sino también coaccionar y controlar, creando una atmósfera donde la disidencia se vuelve difícil.

Finalmente, la tercera estrategia es el compromiso y promesa con una gobernanza estable.

Los líderes autoritarios explotan el miedo al desorden y a las amenazas externas, prometiendo estabilidad, seguridad y orgullo nacional, personajes como Rodrigo Duterte y Narendra Modi se han posicionado como gestores eficaces capaces de restaurar el orden y proteger los valores tradicionales.

Esta promesa de estabilidad es especialmente atractiva en un mundo globalizado donde muchas personas sienten que su identidad y su forma de vida están en peligro.

 Para terminar, el populismo autoritario no es un simple fenómeno político, sino una consecuencia directa de profundas fracturas sociales, económicas y políticas. Su atractivo se basa en el carisma, la propaganda y la promesa de orden. Sin embargo, su futuro es incierto. 

Su sostenibilidad dependerá de la capacidad de los sistemas democráticos para abordar las tensiones fundamentales que lo han impulsado. 

El riesgo, sin embargo, es alto: si el populismo autoritario se desvanece, ¿podrán los líderes que le sigan restablecer una democracia funcional bajo las condiciones actuales, o un giro repentino podría desencadenar un resurgimiento aún más robusto del autoritarismo? Es una pregunta que la política de hoy debe enfrentar.

Politics is the art of looking for trouble, finding it everywhere, diagnosing it incorrectly and applying the wrong remedies.”, Groucho Marx
https://vimeo.com/1115590494
https://vimeo.com/1015118818
https://vimeo.com/1091496933