Nada para nadie

Novedad, ninguna. La propuesta radical de Donald Trump, de negar la ciudadanía por nacimiento. Ya se aplica en toda la eurozona.

Si ninguno de los dos padres es oriundo a alguno de los países, el bebé es considerado extranjero. Con la nacionalidad de origen.

Incluso al contar con visa de turista, estudiando algún postgrado. Se le emite acta de nacido vivo. Con datos del policlínico donde llegó al mundo. Ningún acceso al pasaporte comunitario.

Donald Trump continúa engañando a la parte no pensante, a los wasps y a los radicalizados latinos de la Florida.

El concepto de ciudadanía, griego y romano les daba a los libertos, la posibilidad de apelar a la justicia, por encima de los territorios ocupados o en vasallaje.

Trump se adelanta, alardea y pasa por alto la caída física del presidente Biden. Esa habría sido la puntilla sobre la edad, para el octogenario mandatario.

Asistir a un gimnasio, hacer caminata rodeado por el servicio secreto o hasta ir a jugar golf, con ese color tan naranja saludable.

En cambio, ataca, como De Santis, al corazón de la América profunda. Les dota de argumentos demoledores sobre la legitimidad de las tribus nativas. Con quienes no guarda ninguna relación cordial.

Con ciudadanía o sin ella, para dreamers, inmigrantes ilegales e incluso para quienes aún desean sobrevivir en la unión americana, haciendo la talacha pasmosa.

Trump va a encontrarse en De Santis, para el 1 de julio, otro capítulo nuevo, en la lucha de los derechos civiles, como tampoco los afroamericanos, el gran ancho de agraviados, de sus políticas étnicas.