Tres años de calvario

Dos preguntas, señor presidente:

A muchos nos gustaría saber ¿qué festejó en el Zócalo el 1 de diciembre? ¿El desastre de su régimen? ¿La inflación que devora el escaso poder adquisitivo de la población? ¿La fuga histórica de capitales porque ya nadie cree en usted? ¿O el número de muertos que se acumulan en su conciencia?

Y una pregunta más: ¿El mitin que organizó con acarreados es porque su gobierno está fuerte o en realidad muy débil?

Usted festejó el tercer año de la 4T con un “decretazo”. Un recurso que equivale a una licencia para robar, con la que usted, su familia y colaboradores podrán usar el dinero público sin que nadie los cuestione.

¡Qué paradoja!

El 1 de diciembre de 2018 prometió ante un Zócalo lleno que combatiría la corrupción del pasado y tres años después emite un decreto que ni el más corrupto de los corruptos se habría atrevido a publicar.

Lo que hizo usted, fue utilizar las facultades que le otorga la Constitución para elevar la corrupción de su gobierno a rango de seguridad nacional. Es decir, para blindar de impunidad a la llamada Cuarta Transformación.

Su sexenio —aunque no lo acepte—comienza a deslizarse rápidamente por el tobogán de la inmoralidad pública y la opacidad. Ya se dio a conocer cómo los 30 mil millones de pesos que recibe el programa estrella del gobierno “Sembrado Vida” benefician a la finca que tienen sus hijos en Tabasco.

Beneficio que, gracias al decreto que usted promulgó, quedará oculto para tranquilidad de sus vástagos.

Ahora sabemos cuál es la finalidad de los programas sociales que tanto le obsesionan. Es la mejor forma de ocultar el desvío de recursos. Ni a un genio en estafas se le habría ocurrido hacerlo. ¿Quién va a contar el número de árboles secos o florecientes? Hay que reconocer en usted, astucia y habilidad.

“Sembrando Vida”, “Jóvenes construyendo el Futuro”, los “Servidores de la Nación”, “Pensión para el Bienestar”, “Gas Bienestar”, más todo lo que se quiera agregar son la cañería por donde se van los impuestos de los mexicanos sin que nadie sepa a donde van a parar.

La ambición de sus hijos, señor presidente, debe ser de tal magnitud que ya enfrentó a dos personajes de la izquierda cercanos a usted. Al director de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez y a Julio Hernández columnista de La Jornada.

La vida privada de un funcionario es privada mientras no afecte el interés público y la 4T ya rebasó desde hace rato todos los límites. La familia presidencial es tan nepótica como cualquiera otra que haya abusado del poder. La única diferencia es que a unas les gustan las fábricas de chocolates y a otras las haciendas o las Casas Blancas.

Los juniors de Palacio Nacional ejercen el consumismo neoliberal sin ningún pudor.

En lugar de usar “zapatos juaristas” para ser congruentes con la austeridad cacareada, prefieren los zapatos y chamarras de marca. Y no se digan los hoteles de cinco estrellas en el extranjero. Pero les gustan, sobre todo, los negocios que puedan hacer al amparo de la protección de su padre, el presidente de la república.

Debemos darle las gracias por la monstruosidad que publicó en el Diario Oficial. Monstruosidad porque deja al desnudo la impudicia del régimen.  Se trata de un decreto que viola todo lo violable: la Constitución, el Artículo 134 para ser exactos y todos y cada uno de los principios relacionados con derechos humanos.

El México del que habló en su fiesta sólo existe en su delirio trasformador. El México verdadero, del que forman parte 130 millones de personas, vive desde hace tres años en el calvario.

Los aplaudidores siguen reciclando su popularidad a través de encuestas que reflejan la dispersión de los 500 mil millones de pesos que le da el Congreso para comprar la simpatía de los pobres y mantenerse en el poder. Pero eso, señor presidente se le va a acabar y usted lo sabe.

Tan lo sabe que, en medio de la “borrachera obradorista”, tuvo que aceptar que estamos inmersos en una “crisis económica”. Tal vez la peor de todas. El autor de esa crisis no es Porfirio Díaz ni los neoliberales. El autor del martirio que viven los mexicanos en sus bolsillos se llama Andrés Manuel López Obrador.

Su popularidad, señor presidente, va a morir por la boca. La verdadera encuesta habrá que hacerla en el estómago de los mexicanos.
Beatriz Pagés Rebollar

Directora general de la Revista “Siempre”, una de las más influyentes de México, fundada en 1953 por su padre, Don José Pagés Llergo. Ha formado parte de los equipos de Televisa, Canal 11, Multivisión, CNI, Canal 40 y es comentarista política de numerosos medios. En 2019 renunció al PRI, donde militó gran parte de su vida.