Opinión

Cultura empresarial: más allá del café orgánico y las frases de Paulo Coelho

Emiliano Calvert DETONA® Hace poco escuché a un CEO decir: “Aquí somos una familia”.
https://vimeo.com/1091444957
Y acto seguido, despidió al 15% del personal por “reestructura estratégica”.

Sí, la cultura organizacional está en crisis… o mejor dicho, en negación.

Porque una cosa es poner la foto del equipo abrazado en la posada navideña, y otra es entender que la cultura de una empresa no se trata de cuántos “casual Fridays” tienes al año, sino de cómo respiras la diferencia, cómo gestionas la diversidad, y sobre todo, cómo dejas que las personas sean personas, no solo engranes bien lubricados.

Y ahí es donde entra el concepto de sensibilidad cultural, esa palabrita que suena sofisticada, pero que básicamente significa: no asumas que todos piensan como tú… porque no.

🎭 La cultura no es lo que dices, es lo que haces (incluso sin darte cuenta)

Luis Toro Dupouy, autor de artículos de Harvard Deusto, parte de una distinción brillante: toda cultura empresarial tiene dos caras.

  • La visible, que son los rituales, las prácticas, el logo, los viernes de pizza y los “valores” impresos en la recepción.
  • Y la invisible, que son los supuestos no escritos, las creencias profundas, las cosas que nadie dice, pero todos entienden.

Por ejemplo, en la empresa puede decir “valores: colaboración y respeto”, pero si el jefe grita en juntas, hace chistes pasivo-agresivos y premia al que trabaja hasta las 11 pm, esa es la cultura real, no el póster.

Diversidad sin sensibilidad = caos

Hoy todas las empresas quieren presumir que son “diversas”.

Que tienen colaboradores de distintos países, edades, géneros y fondos de pantalla.

Pero una cosa es tener diversidad, y otra muy distinta es entenderla.

Porque trabajar con alguien que ve el mundo distinto a ti no es automáticamente enriquecedor. A veces es incómodo. A veces confuso. Y muchas veces malinterpretado.

Un ejemplo: en algunas culturas interrumpir en una reunión es señal de entusiasmo.

En otras, es una falta de respeto.

¿Quién tiene la razón?

Ambos. Depende de dónde vengas y cómo aprendiste a participar.

Por eso la diversidad sin sensibilidad cultural es como tener un Ferrari sin saber manejar estándar.

Tiene mucho potencial… pero te lo puedes volar en la primera esquina.

El negocio de ser sensibles

Aquí viene la parte que a los financieros les interesa: no es solo por “buena onda” o “ser inclusivos”.

La sensibilidad cultural bien aplicada mejora el rendimiento, reduce fricciones, acelera la colaboración y genera más innovación.

Equipos multiculturales y diversos, cuando están bien gestionados, piensan mejor, ven más ángulos, y cometen menos errores por sesgos compartidos.

Pero eso no ocurre por arte de magia.

Ocurre cuando hay liderazgo consciente, conversaciones incómodas (pero necesarias), y procesos que invitan a la apertura, no al encasillamiento.

El líder sensible no es débil, es inteligente.

A ver, tampoco se trata de que ahora el jefe tenga que convertirse en psicólogo intercultural, ni de llenar las oficinas de banderitas y mapas.

Pero sí implica una nueva forma de liderar.

Uno donde el jefe no solo mide resultados, sino también se pregunta:

  • ¿Qué sesgos tengo yo como líder?
  • ¿Qué costumbres o prácticas damos por sentadas que tal vez excluyen a otros?
  • ¿Estamos abriendo espacio a la diferencia, o estamos normalizando que “el que no se adapta se va”?

Porque liderar hoy no se trata de uniformar.

Se trata de crear entornos donde lo diferente no sea un obstáculo, sino una ventaja.

Y en lo cotidiano, ¿cómo se ve esto?

Aterrizado al mundo real, la sensibilidad cultural puede implicar cosas tan simples como:

  • Revisar los horarios de juntas si tienes equipos en varios husos horarios.
  • Adaptar las dinámicas de feedback, entendiendo que no todos los países ven el “feedback directo” como algo positivo.
  • Celebrar fechas significativas para los equipos, no solo las del calendario corporativo gringo.
  • Escuchar activamente, sin asumir que la única manera correcta de hacer las cosas es la tuya.

Y también saber cuándo no intervenir. Porque a veces, tener una política que “todo lo estandariza” lo único que hace es apagar lo que hace único a cada colaborador.

¿Y si no lo haces?

Simple: perderás talento.

Las nuevas generaciones ya no se quedan donde no se sienten vistas. Donde su identidad es tolerada, pero no bienvenida.

La rotación de personal, los conflictos silenciosos, la baja moral… muchas veces no vienen por el sueldo. Vienen porque la gente no encuentra espacio para ser ella misma.

Y en un mundo donde la creatividad, la innovación y la colaboración marcan la diferencia, ignorar la cultura es suicidio estratégico.

Y como final… (versión post-reunión) 

La sensibilidad cultural no es solo una “soft skill”. Es una herramienta estratégica.

Es entender que no lideras clones. Lideras personas. Y que esas personas tienen historias, códigos y formas de ver el mundo distintas a la tuya.

Y eso, lejos de ser un problema, es de tus mejores activos.

Así que, la próxima vez que escuches “nos hace falta un refresh de cultura organizacional”, no pienses en cambiar los colores del logo.

Piensa en cómo hacer que todos, con sus diferencias, puedan interactuar sin tener que disfrazarse de lo que no son.

Porque al final, la cultura no es lo que pones en la pared.

Es lo que pasa cuando nadie está viendo.
https://vimeo.com/1089261994
https://vimeo.com/1015118818